jueves, 27 de agosto de 2015

Criticar la política riendo

Este fabuloso disparate lo firma un recién llegado a la narrativa con una dilatada trayectoria dentro del mundo empresarial e inmobiliario. Un dato este nada baladí, pues a José María Pont su formación financiera y diferentes cargos le habrán servido para afilar una visión panorámica, negra, sarcástica, desternillante, de la realidad sociopolítica actual. Esta perfecta novela de entretenimiento es una dentellada valiente y descarada, desde el humor más gamberro, a lo que inunda cada día los periódicos. Su planteamiento es simple y directo: van apareciendo asesinados diversos políticos –en un principio, sólo diputados soberanistas– del Parlamento catalán, y el desarrollo y el desenlace tras conocer una camada amplia de personajes de todos los ámbitos, magistralmente divertidos.

En el camino, Pont ironiza sobre todos los sectores poderosos que se ven obligados a reaccionar ante los crímenes de un supuesto psicópata: los miembros del sistema judicial; los empresarios importantes; la policía nacional, a menudo enfrentada a los Mossos d’Esquadra –todo lo concerniente a este entorno es desopilante, con diálogos plenos de rotunda grosería y situaciones ridículas–; y los políticos, tanto del gobierno central como de la Generalitat. La parodia llevará a ridiculizar los deseos independentistas de Cataluña, con una audacia humorística que, me atrevería a decir, también arrancará sonrisas a los que abogan por la secesión, pues el autor no pretende la burla ofensiva, sino, desde el esperpento institucional, la caricatura a distintos estereotipos de gobernantes y el tratamiento de los personajes como seres caprichosos y dementes, lanzar una crítica feroz a los mentirosos, narcisistas y despilfarradores que manipulan a la opinión pública; en especial, en una Cataluña –y esto es vital en la trama– en la que han sido prohibidas las corridas de toros. Así, Pont se carcajea de la realidad sin complejos y, leyéndole, lo hacemos de nosotros mismos como ciudadanos.

Cuando la novela de realismo social es casi un páramo en España, una obra como “Banderillas negras”, texto sin pretensiones artísticas pero de estructura redonda y tono irresistiblemente jocoso –los coloquialismos soeces y la sexualidad zafia son continuos–, se erige en un relato mayor de nuestras sombras como sociedad que propone criticar riendo, y tomar entonces conciencia.


Publicado en La Razón, 27-VIII-2015