Hay algo más importante en torno a este fenomenal trabajo
sobre la Rusia de la primera mitad de siglo XX, y es que se trata de la primera
vez que, en cualquier idioma, se publica un estudio sobre lo que le ocurrió a
la nobleza rusa tras la Revolución. Douglas Smith ha convertido este tema tabú
en el propio país, al menos hasta la Unión Soviética de Gorbachov, en un
material de recuperación histórica y, mediante el relato de los años vividos
por dos familias aristócratas que acaban en el ostracismo y la ruina, los
Sheremétev y los Golítzin, ha logrado hacer un fresco portentoso de la sociedad
de la época, fuertemente jerarquizada, y el proceso por el que las gentes
acomodadas tuvieron que huir, fueron desposeídas de todo lo que tenían y en no
pocas veces perdieron la vida de forma violenta.
Ciertamente, nos llegan estudios muy completos de lo que
fueron los campos de concentración soviéticos –destacaría, por ejemplo, el
libro de 2012 «El jefe del gulag», las memorias del ingeniero y diplomático
Fyodor Mochulsky– y de las oleadas de masacre a la población civil, como el
reciente «Terror y utopía. Moscú en 1937», de Karl Schlögel, pero faltaba
incursionar en una clase perseguida y finalmente silenciada que aquí surge en
el reverso de sus privilegios: sufriendo lo indecible. «El ocaso de la aristocracia
rusa» revela así –traducción de Jesús Cuéllar Menezo– cómo la Rusia feudal
repleta de campesinos en situaciones de esclavitud bajo las órdenes y la
explotación de los ricos atraviesa las revoluciones de 1905 y 1917 y el llamado
Terror Rojo de 1918 en contra de los «enemigos del pueblo». La solución estaba
clara: acabar con todos aquellos que hubieran aplastado al proletariado, algo
que sucedería en verdad desde «una mentalidad inmisericorde y maniquea que
condenaba a colectivos enteros a una represión despiadada e incluso a la
muerte», asevera el autor.
Éste, antaño empleado para el Departamento de Estado
estadounidense en la URSS, ha tenido acceso a documentos orales y escritos de
indudable valor por parte de los descendientes de todos aquellos aristócratas,
componiendo uno de esos proyectos inabarcables, pues, tal como se pregunta él
mismo, cómo describir el aniquilamiento de toda una clase. El hecho de seguir
los pormenores de dos familias y los casos que se van ramificando –asesinatos,
destierro, cárcel, exilio...– le ayudará tanto a detallar las acciones
monstruosas de los bolcheviques como a explicar la forma en que distintas
generaciones de nobles tuvieron que adaptarse al orden nuevo que se imponía en
Rusia, primero con Lenin –él mismo de familia acomodada– y luego con Stalin.
Publicado en La Razón, 24-IX-2015