lunes, 30 de mayo de 2016

Entrevista capotiana a Eloy Urroz

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Eloy Urroz.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La muerte. Es un lugar tranquilo, apacible, sin tribulaciones, sin prisas, sin frustraciones, sin olvidos, sin recuerdos, sin recriminaciones, sin arrepentimientos, sin penas, sin crueldad, sin vilezas, sin violencia, sin odio, sin alegría, sin nada. Allí uno se la pasa muy bien. Ni siquiera consigues echar de menos a las personas que amas o te amaron, que es lo único que en esta vida me preocupa. La muerte es la absoluta apacibilidad.
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
No. Ser cruel es ser cruel con uno mismo y eso es muy doloroso. Francamente no me gusta el dolor. Alguna vez de niño lo fui, me dolió y aprendí la lección. Si eres bueno con los otros (hasta donde cabe, claro), te sienta bien, te sabe bien, y, por ende, no te duele. Mi santo y seña es evitar a toda costa el sufrimiento. Me parece insoportable o como diría Pessoa: inconveniente.
¿Tiene muchos amigos?
Sí.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Eso de los amigos no se busca; se da. A diferencia del amor, la amistad surge cuando menos la esperas y con quien menos suponías iba a poder darse. En cuanto a “cualidades”, no las busco (¿quién soy yo para exigir “cualidades” en los otros?), pero sí creo que, al final, ciertas afinidades espirituales, ciertas coincidencias, permiten alimentar la amistad y preservarla. Pero, repito, en el tema “amistad”, nadie sabe para quién trabaja. Es más aleatoria y azarosa que el amor, el cual es caprichoso, demandante y predecible en casi todas las ocasiones.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No suelen decepcionarme, pero ha ocurrido en un par de ocasiones. Yo también he decepcionado a más de uno… y eso no me lo perdono porque sé que ha sido por mi culpa o por mi debilidad.
¿Es usted una persona sincera? 
Mis amigos me llaman el Dios de la sinceridad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leer, escribir, salir a tomar café, ver a mi jugar fútbol y correr en el parque o el bosque o donde haya oportunidad.
¿Qué le da más miedo?
Quedar inválido, semivivo… O pensar que algo pueda pasarle a mis hijos. Pero… en general no me da miedo casi nada. Lo peor es morir y como ya te dije, morir es lo mejor que puede haber, es el mejor sitio posible donde quedarse toda la eternidad, tranquilo, sin preocupaciones. Así que ni la muerte me da miedo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que hagan daño a un niño. Cualquier clase de daño a un pequeño, me escandaliza. Cuando eso ocurre, sólo entonces, prefiero a las bestias que a los hombres.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Filmar películas. Ser director de cine. Pero prefiero ser escritor mil veces.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Llevo 32 años corriendo todas las semanas de mi vida sin jamás haberme detenido, un poco como Forrest Gump... Al menos lo hago tres o cuatro veces por semana. He recorrido países corriendo, ciudades y pueblos y parques que no conocía. Correr es también una buena manera de hacer turismo. Por ejemplo, así recorrí trechos muy largos de Tel-Aviv, Granada, Madrid, Lisboa, Porto, París, Arles, Aix-en-Provence, Ginebra, Buenos Aires, Quito, Oaxaca, México, La Paz, Roma, Venecia, Los Ángeles, Washington, Auckland, San Juan y puedo seguir con la lista…
¿Sabe cocinar?
Soy el cocinero del hogar desde hace 20 años. Apenas ayer me dijo el chico sueco que vive con nosotros como estudiante de intercambio por seis meses: “Increíble que cocines todos los días, y tan sabroso”. Exagera. No lo hago todos los días, pero casi… Y sabroso, bueno, en eso no exagera, ja ja... De hecho, mis amigos escritores (Palou, Volpi) compiten conmigo cada vez que nos reunimos pues ellos también cocinan muy bien. Mis especialidades son las cacerolas francesas y la comida hindú. Mi madre era maestra de cocina internacional en el D.F. y nos enseñó a comer bien… y mucho.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
El personaje de quien actualmente escribo una novela: D. H. Lawrence. Otros dos personajes serían posiblemente Dostoyevski y Faulkner.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Cuando nació mi hija Milena (1999) escribí una serie de poemas dedicados sólo a ella. La serie en su conjunto se titula “La esperanza de la muerte”.
¿Y la más peligrosa?
Amor. Es la más peligrosa, pero también la más baladí, la más manoseada y la más inescrutable de todas.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Creo que sí, pero no recuerdo a quién en este momento.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Liberal. Popperiano. Feminista. Creo en los mercados libres “regulados”, creo en la libre competencia del mercado, pero creo que hay tres cosas que no se dejan al capricho del mercado: la salud, la educación y los servicios públicos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Rico.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Ocasionalmente la masturbación. Bebo, pero no mucho… No fumo, pero no me disgusta en absoluto que los otros fumen. Me encanta el café, el tequila, el mezcal, el whisky, el vino, pero no los considero vicios. Me cuesta trabajo (aunque a veces lo quisiera) sobrepasarme con ellos.
¿Y sus virtudes?
Incontables.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mis hijos, mis padres…

T. M.