domingo, 14 de agosto de 2016

Entrevista capotiana a Laura Ferrero

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Laura Ferrero.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
No creo que pudiera vivir en un sitio sabiendo que no puedo salir de él. Aunque bueno, si tuviera que escoger sí o sí, en una Nueva York de tamaño un poco más manejable.
¿Prefiere los animales a la gente?
La gente, siempre. Con los animales, que yo sepa, no podemos hablar.
¿Es usted cruel?
Con los demás, no. Nunca.
¿Tiene muchos amigos?
Me gusta pensar que sí y me siento muy afortunada por ello.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
El humor, la generosidad. La ironía también. La lealtad, claro.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, a veces creo que demasiado. Otras, a trompicones. Otras, cuando no queda más remedio. Pero sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Manteniendo una conversación de esas en las que nunca arreglas el mundo pero al menos, te arreglas un poco más a ti misma.
¿Qué le da más miedo?
El inconformismo; el hecho de no tener nunca suficiente. Hay una anécdota que cuenta Kurt Vonnegut que me parece muy reveladora. Un día, hablando con Joseph Heller en una fiesta ofrecida por un multimillonario en Long Island, Vonnegut le preguntó: «Joe, ¿qué sientes al darte cuenta de que nuestro anfitrión probablemente ganó más dinero que el recaudado por tu novela, uno de los libros más populares de todos los tiempos, en los últimos 40 años?». A lo que Joe replicó: «Pero yo poseo algo que él nunca tendrá». «¿A qué te refieres, Joe?». «A la tranquilidad de que tengo suficiente».
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Huy, tantas cosas. El fanatismo, la hipocresía…
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me planteé durante algún tiempo estudiar medicina. Me atraía la psiquiatría pero cada vez que escuchaba anécdotas sobre las clases de disección se me quitaban las ganas.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Todos los que puedo. Disfruto haciendo deporte: juego a tenis, corro o voy a cualquier clase de gimnasio que no incluya coreografía.
¿Sabe cocinar?
Me defiendo, aunque creo que eso significa que no mucho.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Mi personaje inolvidable particular sería mi abuelo. Uno universal, la poeta Wislawa Szymborksa.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
‘Mañana’ es una palabra que me gusta especialmente. Contiene mucho de futuro, de esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Pasado.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Matar no, pero una buena torta se la hubiera dado a más de uno.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No las tengo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Por el momento y sin que sirva de precedentes, me quedo como estoy.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La indecisión, la impaciencia o el inconformismo.
¿Y sus virtudes?
La empatía y la constancia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Las cosas no dichas, no hechas. Todo lo que me hubiera dejado a medio hacer.

T. M.