jueves, 22 de septiembre de 2016

El Walt Whitman del Cantábrico


Hay un Ramón Andrés que da al mundo verdaderas proezas intelectuales. Y entonces tenemos su libro de 2003, recientemente ampliado, «Semper dolens. Historia del suicidio en Occidente». Y entonces maravilla con las mil ochocientas páginas de su «Diccionario de música, mitología, magia y religión» (2012). Y entonces surge de su curiosidad histórico-artística una antología única como «No sufrir compañía. Escritos místicos sobre el silencio» o el estudio «El luthier de Delft. Música, pintura y ciencia en tiempos de Vermeer y Spinoza». Pero, aparte del experto en Bach y Mozart, hay otro Andrés igual de exquisito y erudito, aunque de talante más personal, introspectivo, poético. 

Tal cosa queda demostrada en «Poesía reunida y aforismos», que recoge poemas inéditos de los últimos años más una selección de sus poemarios «Imagen de mudanza» (1987), «La línea de las cosas» (1994) y «La amplitud del límite» (2000). Entre los aforismos –los que integran el libro «Los extremos» (2011), más otras piezas escritas durante el último lustro– encontramos de tono ocurrente, como «Ni en una silla darse por sentado», o muy sugerente: «No debemos buscar oasis, sino brechas»; algunos que desprenden una filosofía para afrontar el vivir: «No sentirse propietario de nada y, al menos, bajar la mirada una vez al día»; o los que ahondan en la visión interior: «En lo más íntimo pensamos que somos impostores. El estupor viene cuando descubrimos que la mentira que nos ha sustentado no era tal, sino pura vigencia de una verdad que nadie conoce».

Pensamientos sobrios y con aire enigmático que constituyen el reverso de su mirada culta a través de la poesía, su aproximación a la potencialidad del lenguaje para la cual a veces se inspira en sus lecturas, caso de los poemas «Sísifo», «Los dioses», «Homenaje-elegía a T. S. Eliot», o incluso los que ilustran el paisaje norteño que lo vio nacer. Y así, como un Whitman del Cantábrico relativiza la propia conciencia diciéndose que «quien no cante a sí mismo,/quien lo descuide, tampoco ha de temer: / aprenderá que no saberse es canto».

Publicado en La Razón, 22-IX-2016