En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Miguel Ángel Náter.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Roma, por
supuesto, pero en la Antigüedad; aunque la Roma actual me ofrecería una
posibilidad de nostalgia y evasión de las crueldades de la antigua, y los
peligros actuales del mundo. Llevaría conmigo como acompañante el libro Las metamorfosis de Roma, de
Esteban Tollinchi.
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
Prefiero a la gente, porque entre ella todavía hay belleza y juventud, como en
los trozos de esculturas de una ciudad antigua destruida por la misma sinrazón
de los humanos.
¿Es usted cruel?
No lo
creo. A veces me gustaría serlo. Trato de ser justo.
¿Tiene muchos amigos?
No. Los
puedo contar con los dedos de mi mano izquierda. La amistad es un tesoro que
pocas veces alcanzamos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La sinceridad y la
fidelidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Si son mis amigos,
no pueden decepcionarme.
¿Es usted una persona sincera?
Creo que
sí. Pero en un mundo tan cruel y despiadado la sinceridad es un arma mortal de
suicida. Sueles quedarte solo cuando dices la verdad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No creo en
el tiempo libre. Pero cuando no tengo que ir a la Universidad y no soporto la
soledad de mi apartamento, me gusta ir al bar a tomar unas cervezas para pensar
en todo.
¿Qué le da más miedo?
Quedarme
solo toda la vida.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Me
escandalizaría que no haya escándalos.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Bueno, soy
profesor universitario, en primer lugar. Ergo, soy escritor para aliviar esa
tarea. Si no fuese ninguna de esas, me hubiese gustado se cantante, músico o
escultor.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Voy al
gimnasio, trato de mantener mi cuerpo atractivo.
¿Sabe cocinar?
Sí. Pero
prefiero comer en casa de mi madre.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Escribiría
sobre el exquisito poeta cubano Julián del Casal y su enclaustramiento en su
Oriente literario.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Vida.
¿Y la más peligrosa?
Dinero.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Muchas
veces, pero preferiría matarlos de la risa.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Prefiero
no inmiscuirme en asuntos políticos. Mi país necesita la independencia, pero a
estas alturas no lo creo posible. Como dijo Alberto Cortez: ¡Hay que seguir,
hay que seguir, hay que seguir!
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Me
gustaría ser un violonchelo y que me tocaran Pau Casals y Yo-yo Ma.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La bebida,
la poesía, el sexo y el amor que no llega.
¿Y sus virtudes?
Soy demasiado
generoso, incluso con quien no lo merece.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No tengo
idea. No sé nadar y siempre he tenido el recuerdo de haberme ahogado, quizás en
otra vida. Posiblemente, piense en lo poco que disfruté de la vida.
T. M.