lunes, 31 de octubre de 2016

Divertimento aforístico-erótico-humorístico 3

Palabras florales, aeropuerto de Miami

La admiradora escribió a su sex-symbol favorito pidiéndole una cita. Dijo ser gorda y fea, pero irresistiblemente sexy. Tenía razón.
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Durante el acto, la tartamuda gimió hasta decir “te quiero” en código morse.
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Frente al televisor, miraba fijamente documentales sobre el apareamiento animal, mientras su mujer se adormecía, abierta en balde.
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Desesperado por una paciente bipolar de verborrea incansable, al logopeda no le quedó otra que recomendarle bucear todo el año, dormir más y sexo oral en grupo.
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Tenía fantasías tan originales, pero tan cursis, puritanas y mojigatas, que Disney le compró los derechos.
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Aprovechándose de las tragaderas de su desquiciante pareja, cometió el crimen perfecto cañoneándole sin avisar su semen envenenado.
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Su compañera de trabajo era tan polivalente, versátil y polifacética en todo, que para él fue una decepción que no fuera multiorgásmica.
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Profundamente creyente y maternal, la joven se consagraba, oh, a adorar con devoción el duro tótem de su futura fertilidad. Él solo quería follársela.
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El misionero, una vez destinado al remoto Himeneo, adaptó su postura para cubrir las necesidades de las vírgenes.
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Ante el escote de su editora jefa, el corrector de textos, “desacentuado” por la excitación, se ponía livido al no ser capaz de controlar su líbido.
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Ya muy avanzado su matrimonio, cedió a la rutina resignada de tener sexo únicamente cuando quería su mujer: cada día.