En París, donde había emprendido
unos estudios de Derecho que no le interesaban, el poeta portugués de veinticinco
años Mário de Sá-Carneiro se encierra en su cuarto con llave, se viste de modo
elegante, cierra las ventanas, se traga un frasco de estricnina y se acuesta en
la cama. Pocos días antes de aquel 24 de abril de 1916 había enviado a Fernando
Pessoa varios manuscritos, dedicados a tratar la locura, el suicidio y el sexo.
Su amigo le dedicará un texto en la revista “Athena”: «Genio del arte, no tuvo Sá-Carneiro ni alegría ni
felicidad en esta vida. Sólo el arte que hizo o que sintió por instantes lo
turbó de consolación –traduce José Luis García Martín en su biografía pessoana–.
Son así los que los dioses consagraron como suyos. Ni el amor los quiere, ni la
esperanza los busca, ni la gloria los acoge. O mueren jóvenes, o a sí mismos
sobreviven, huéspedes de la incomprensión o de la indiferencia. Este murió
joven, porque los dioses le tuvieron mucho amor».
Ahora, gracias al trabajo de Manuel Vicente Rodríguez
Alonso, nos llega en edición bilingüe la poesía completa de un hombre tan
próximo a Pessoa que éste le hizo una broma que devendría trascendente: «Inventar
un poeta bucólico, de especie complicada, y presentárselo, ya no recuerdo cómo,
bajo cualquier tipo de realidad». Nacería así el heterónimo Alberto Caeiro y “El
guardador de rebaños”. Ambos autores compartirían ambientes vanguardistas en
torno a la revista «Orpheu», y precisamente
el traductor pone el año 1912 como punto de inflexión en la obra de Sá-Carneiro
al encontrarse con Pessoa y, por tanto, concebir de modo diferente lo poético.
Tal cosa se hace obvia en poemas en que cuestiona su identidad: “Yo no soy yo
ni soy el otro. / Soy cualquier cosa de intermedio: / Pilar del puente del
tedio / Que va de mí hacia el Otro”; o en otros en que la “saudade” y la ironía
se mezclan con búsquedas expresivas donde la tipografía o la onomatopeya son
principales. Como ocurre en el futurismo que conoció en París, donde él mismo
puso freno a su futuro entregándose al amor de los dioses.
Publicado en La Razón, 26-I-2017