En 1972,
Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que
nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los
perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo
con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus
frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman
la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de
la vida, de Manuel Ríos San Martín.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa. No
es que me guste el reto en plan Gran Hermano, pero aquí tengo casi todo lo que
más me gusta. Mi familia, mi ordenador, una cama, una terraza con plantas, mis
series de tv, puedo invitar a amigos... ¡¡Si consigo montar una pista de pádel
en la terraza a lo mejor me lo pienso y todo!!
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
No soy muy
empático, pero cruel creo que no.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, muchos y muy
buenos. Amigos del colegio, familiares y sin embargo amigos, del trabajo… Tanto
chicos como chicas. Considero la amistad como uno de los grandes valores. Intento
cuidar a mis amigos. Y ellos a mí.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean distintos a
mí. Me gusta la gente que opina diferente, la gente polémica. Prefiero a los
que no son políticamente correctos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Nos conocemos
bien. En general no me decepciona casi nadie. Suelo saber qué se puede esperar
de cada uno. La decepción es una pérdida de tiempo. Es mediocre.
¿Es usted una persona sincera?
Mi mujer
dice que demasiado.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con los amigos y la
familia, viendo series de televisión y practicando deporte.
¿Qué le da más miedo?
Mis hijos me
dicen que a esta respuesta no vale decir “a perder el trabajo”, así que diré
que a la muerte. Pero no me ocupa en el día a día. Soy de los que preferiría
sobrevivir al apocalipsis zombie. Ya veríamos que viene después.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
El abuso de los
poderosos. El que la gente no sea capaz de colaborar por un bien común. La
falta de liderazgo. Todo tiene que ver.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Empecé a
estudiar derecho… pero no sé. Político, tal vez. Me lo planteé de joven, pero
no vi ningún partido al que me gustase afiliarme.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Hago mucho
ejercicio. Creo que es fundamental para vivir y pensar bien. Voy dos días a la
semana al gimnasio, juego al fútbol y al pádel.
¿Sabe cocinar?
Muy poco. Lo básico.
Pero hago unos zumos y un pantumaca estupendo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Para el Reader’s Digest no sé, la verdad, pero en
estos momentos me gustaría hacer una miniserie sobre el inventor de la
anestesia aplicada a los partos. Te copio una noticia: “Decía que John Snow, el primer «médico especialista en anestesia» de Londres, había cloroformizado a la reina durante el parto, por expreso deseo de ésta y del príncipe consorte. El alumbramiento resultó indoloro y sin que se registrara el más leve trastorno.” Fue un escándalo en su
época.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Colaborar. No es
especialmente bonita. Es más divertida, por ejemplo, chancleta, pero me gusta
su significado. Mi hija se llama Irene, que significa paz. Decidimos el nombre
poco después del 11-S. Colaborar y paz tiene relación.
¿Y la más peligrosa?
Crédulos. Hay
demasiados.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Pero creo que la muerte no sabe elegir muy bien. Yo la
despediría.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
En España no se puede
contestar a esta pregunta. La mitad restante te odiaría. Pero leyendo mi novela
“Círculos” se pueden sacar algunas conclusiones.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Mujer. Sin
duda. Qué emoción.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El azúcar en sus
diversas modalidades. El roscón en navidades alcanza niveles de adicción. Pero
lo tengo controlado.
¿Y sus virtudes?
Los vicios y las
virtudes suelen ser caras de la misma moneda. Tengo facilidad para ver la
debilidad en los demás. Si la respeto es una virtud. Si no…
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La superficie a la que
lucharía por llegar (si es que me ahogo en el mar, claro).
T. M.