miércoles, 26 de abril de 2017

Entrevista capotiana a Yolanda Regidor

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Yolanda Regidor.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Elegiría muerte. Soy claustrofóbica.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Sé que son más leales, pero prefiero la imprevisibilidad de la gente. Me divierte más.
¿Es usted cruel?
Detesto la crueldad, aunque soy consciente de que todos lo somos para alguien en algún momento.
¿Tiene muchos amigos?
Los tengo de muchas clases.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, generosidad y sentido del humor. Con una me vale.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Nunca mientras lo son.
¿Es usted una persona sincera? 
Claro. ¿Para qué decir la verdad cuando puedes callar?
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Ocupar y tiempo libre me chirrían en la misma frase.
¿Qué le da más miedo?
La falta de libertad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Si escribes ficción es raro que algo pueda escandalizarte, excepto tus propios sentimientos con respecto a algo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Aburrirme, supongo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Hace años me compré una Power Plate que utilizo en invierno. En verano golpeo un saco y nado.
¿Sabe cocinar?
Sí, pero sé que el ingrediente mágico de un buen plato no es el amor; es la paciencia. Y yo no la tengo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Hans Giebenrath, el protagonista de Bajo las ruedas, de Hermann Hesse.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Contigo.
¿Y la más peligrosa?
Fuera.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
La inocencia de los niños no existe; solo es debilidad e ignorancia. Nos humanizamos con el tiempo. Yo recuerdo mi infancia.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Respecto a la forma de Estado, defiendo la República. En cuanto a la política,  es para mí un misterio que haya gente tan convencida como para posicionarse con esa absoluta determinación –incluso fiereza- por una tendencia u otra. O hay poco cerebro o mucha mentira.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
No ser.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Soy epicúrea; me es difícil considerar vicio la búsqueda de mis placeres.
¿Y sus virtudes?
La curiosidad y la flexibilidad entre la certeza y la tendencia a la duda. Rotundamente. Creo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Un botecito en la mano, una camiseta de Pipi Langstrump, aquel escarabajo pelotero, el cementerio antiguo, otro hogar, un frío patio interior de colegio, mamá, un disco de los Rolling, mi amiga Teresa, ciudad nueva, una postal, el paraíso del abismo, una caída, una resurrección, otra caída, otra resurrección, la equivocación, el acierto, mi hijo, la felicidad, la tesis de ella, la antítesis de ella, el sí, el no, el deseo -teoría y práctica-, la revelación de la verdad.

T. M.