En 2009 aparecía «Enfermos del libro. Breviario personal de bibliopatías propias y ajenas», que ahora tiene continuidad al abordar lo que en aquella ocasión ya ocupó a Miguel Albero en el apartado «Lectores en libro ajeno, la bibliocleptomanía, sus partidarios y practicantes». Así, «Roba este libro» conforma, usando el lenguaje televisivo con el que él mismo se expresa, un «spin off» después de ir acumulando noticias y lecturas que en manos de Albero, cuyos libros ensayísticos son desternillantes –ya no digamos sus novelas–, regalan ratos de continua amenidad en medio de un análisis que profundiza en lo histórico, lingüístico y social.
En esta ocasión, después de adentrarse en el fracaso y la espera desde lo literario mediante las obras «Instrucciones para fracasar mejor» y «Godot sigue sin venir», el autor madrileño aporta lo que antes no existía: un estudio pormenorizado sobre el robo de libros en el que, además, no faltan otro tipo de delitos como el plagio o la mutilación de volúmenes antiguos de valor universal. Fiel a su habitual precisión, Albero empieza el libro acotando la terminología que se usará (pues desde el mundo de la jurisprudencia hay que diferenciar el «robo» del «hurto», por ejemplo) en torno a la cleptomanía, para enseguida ir al meollo de la cuestión: la valoración del robo de libros «entre la simpática travesura y el delito con derecho a cárcel». Y es que en verdad es irritante que tal cosa tenga buena prensa y algunas personas (muchos de ellos escritores) incluso se jacten de ello, siempre en pasado, como si fuera un inocente pecadillo de juventud.
Albero se encarga de desmontar las justificaciones que han abanderado los ladrones de libros, como que lo hacen por amor a la cultura; de la misma manera, nos dice el también poeta –hasta sus versos tienen trasfondo irónico–, que un comensal en un restaurante con estrellas Michelin podría irse sin pagar por un pretexto de gastronomía cultural. «Por eso, a quienes defienden el robo de libros habría que formularles la pregunta más obvia: ¿te gustaría que te robaran a ti?, ¿serías tan tolerante si el libro robado fuera tuyo y además tuviera un enorme valor sentimental para ti, o fuera una joya por la que pagaste diez mil dólares en una subasta?», pregunta.
Pero este volumen es mucho más que la puesta en ridículo de los que fastidian a un librero, bibliotecario o autor del libro sustraído por las consecuencias económicas que todo ello implica. Es todo un manual de las diferentes variantes de robo libresco: el préstamo sin devolución, los profanadores de mapas antiguos, los «bookaneros» que se aprovechaban de la falta de legislación en el siglo XIX para piratear con libros en Gran Bretaña y Estados Unidos, el ladrón bibliotecario y hasta el comercial. Albero, con su irresistible tono coloquial, se apoya en casos reales sumamente curiosos y, además de citar a escritores que han opinado sobre estos modos de apropiación indebida, también muestra ficciones donde el robo ha sido protagonista y que, por desgracia, han contribuido a ver que hacer tal cosa no es nada malo.
Publicado en La Razón, 25-V-2017