miércoles, 7 de junio de 2017

Entrevista capotiana a Francisco Daniel Medina

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Francisco Daniel Medina.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Buckingham Palace; una parte de mí siempre quiso vivir como un príncipe.
¿Prefiere los animales a la gente?
No; tal vez si los animales hablasen la respuesta sería distinta.
¿Es usted cruel?
No en un grado preocupante.
¿Tiene muchos amigos?
Más de los que podría contar con los diez dedos de ambas manos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Bondad, lealtad, inteligencia.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, se ve que he tenido mucha suerte o tengo la manga muy ancha en lo que a decepciones se refiere. Creo que, en el fondo, lo que tengo es una gran capacidad para ponerme en el pellejo del otro y justificarle.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, aunque en ocasiones sigo recurriendo a las mentiras piadosas.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo, escribiendo, tocando la guitarra y en compañía de mi pareja y de mi gato.*
*(Todo lo anterior no necesariamente en ese orden).
¿Qué le da más miedo?
Antes me daba miedo morir joven; ahora que tengo 42 años le he perdido el miedo incluso a eso.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que mueran y sufran en conflictos evitables miles de personas a escasos kilómetros de nuestras fronteras y que ello no nos impida celebrar nuestras bodas, cumpleaños, etcétera.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No estoy del todo seguro; soy una persona que se entusiasma con casi todo y que, la mayor parte del tiempo, se la pasa lamentándose por no disponer de días más largos para dedicarlos a mil actividades diferentes. Y, cuando me aficiono a algo, me cuesta no tomármelo demasiado en serio e incluso empezar a ser un poco competitivo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
He practicado skate y brazilian jiu jitsu, pero como estoy muy volcado en la lectura y la escritura, últimamente veo más vídeos que otra cosa aunque supongo que esto último no entra dentro del concepto ‘ejercicio físico’. En cualquier caso, siempre ando dándole vueltas a la idea de retomar ambas prácticas o al menos una de ellas.
¿Sabe cocinar?
No; antes he dicho que acostumbro a interesarme por casi todo pero quizá la cocina sea una de las pocas actividades que nunca me  atrajo demasiado. Acostumbro a decir que, si viviese solo, comería a base de latas de conservas o de las taperes de mi madre pero no porque no me guste comer bien sino por pereza.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Claude Lévi-Strauss; siempre he tendido a idealizar la vida de los antropólogos y de los etnólogos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Futuro.
¿Y la más peligrosa?
Intolerancia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Pegarle una paliza sí; matarle nunca.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Creo que, en política, más que en ningún otro ámbito, debería estar bien visto cambiarse de chaqueta ya que, lo contrario, implica que no tienes flexibilidad para pensar o para cambiar de parecer. Por tanto, yo soy de todos los partidos y de ninguno.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Piloto de caza.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La literatura.
¿Y sus virtudes?
La tendencia a ver el vaso medio lleno.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Imágenes de mi infancia, de cuando pensaba que mi madre era la más guapa del mundo, mi padre el más fuerte, yo un elegido, y tenía todo el tiempo por delante para malgastarlo pensando y soñando en todas las cosas buenas que aún estaban por venir.

T. M.