Esto
es lo que publiqué en La Razón, el 5 de septiembre pasado, tras la muerte de
John Ashbery.
Era uno de los poetas más reputados y a la vez más complejos de los Estados Unidos. Se le asoció a diferentes abstracciones literarias y artísticas: a pintores como Jackson Pollock, a compositores como John Cage. Y es que sus versos eran todo un desafío intelectual y sensitivo para los críticos literarios y creadores de otros ámbitos. John Ashbery murió ayer en su casa de Hudson, en el condado de Columbia, en la ribera del río, en Nueva York, a los noventa años de edad y por causas naturales, como comunicó su marido, David Kermani, al que conoció en 1970, cuando éste tenía veintitrés años y el poeta cuarenta y dos. Había nacido en 1927 en Rochester, al norte del estado neoyorquino, y a los pocos años ya la pulsión poética llamó a su puerta, y además al mismo tiempo que la homosexual, para lo cual buscaba formas de autoconocimiento y expresión. En la adolescencia también cogió los pinceles y recibió clases, para luego graduarse en la Universidad de Harvard en 1949, donde se doctoró con una tesis sobre W. H. Auden y empezó a frecuentar a otros escritores de su generación.
Una generación estudiada de continuo por el más famoso crítico literario americano, Harold Bloom, que ha dedicado sesudos estudios a desentrañar la obra del que califica de “poeta meditabundo”, por su sesgo reflexivo en torno a conceptos como el silencio o el trascendentalismo. Por eso, Bloom, nacido sólo tres años después que su admiradísimo poeta, lo relaciona con la filosofía de la autoconfianza de R. W. Emerson, con la poesía e ímpetu visionario de Walt Whitman y, ya de forma más contemporánea, con el también estadounidense Wallace Stevens. Todo es posible apreciarlo en “Autorretrato en espejo convexo” (aparecido en 1975, obtuvo un increíble triplete al recibir el Premio Pulitzer de Poesía, el Premio Nacional del Libro y el Premio del Círculo Nacional de Críticos de Libros), en el que “Ashbery adquiere una visión en la que el arte, en vez de la naturaleza, se convierte en aquello que aprisiona el alma”, en palabras de Bloom, a partir de contemplar un cuadro del pintor del siglo XVI Parmigianino: “El alma ha de permanecer donde está, / aunque se inquiete, oyendo gotas de lluvia en el cristal, / el suspirar de las hojas de otoño azotadas por el viento, / anhelando estar libre, fuera, pero debe quedarse posando en este sitio”.
Ashbery siguió toda su vida vinculado a la cavilación pictórica desde el lenguaje poético. Antes de ese libro, en un periodo de diez años, 1955-1966, vivió en París como director de la edición europea del diario “Herald Tribune”, y algo después desempeñó tareas de crítico de “Art International” y de “Art News”, en los años sesenta. A su regreso en su país, continuó realizando la misma labor en revistas norteamericanas y se convirtió en profesor en la Universidad de Brooklyn, para luego en los ochenta enseñar lengua y literatura en Bard College, en Annandale-on-Hudson, hasta un año tan tardío como 2008, cuando decidió jubilarse. Los reconocimientos con los que le habían agasajado, como la Medalla Nacional de Humanidades entregada por el presidente Obama en 2011, siguieron llegándole a este hombre que compuso el poema experimental “Saliendo de la estación de Atocha”, publicado en 1962, en el libro “El juramento de la pista de frontón”, y al que es posible leer en nuestro idioma por medio de una docena de ediciones; entre ellas, por supuesto, su poemario cumbre, “Autorretrato…”, y también otros como “Galeones de abril”, “Diagrama de flujo”, “Una ola” o el último aparecido entre nosotros, “Pasaje techado” (2016).
Bibliografía esencial
“El juramento de la pista de frontón” (1962)
Dentro de la complejísima poética del autor este libro está considerado el más difícil; según el propio Ashbery el experimentalismo era en sí mismo hermoso.
“Tres poemas” (1972)
Libro compuesto por tres extensos poemas en prosa llamados “El nuevo espíritu”, “El sistema” y “El recital”, que se ha relacionado con J. R. Jiménez.
“Autorretrato en un espejo convexo” (1975)
Con este poemario vanguardista Ashbery se convirtió en el único escritor que recibió tres importantes galardones de Estados Unidos por una misma obra.
“Una ola” (1984)
Largos poemas en prosa en que el poeta busca nuevas vías expresivas, para poetizar asuntos eternos como el amor, la muerte y la memoria.
“Secretos chinos” (2002)
Otra de las obras que, por su atrevimiento metafórico y extravagancias visuales puede vincularse con la escritura automática y el surrealismo.
“Un país mundano” (2007)
El Ashbery más complejo sintácticamente hablando acude a estas páginas, con versos llenos de encadenamientos que se arriesgan a lo ininteligible.