jueves, 26 de abril de 2018

Entrevista capotiana a Álex Oviedo y Elena Sierra

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la «entrevista capotiana» con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Álex Oviedo y Elena Sierra.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
AO: Bilbao, es la ciudad en la que nací y la que aparece en prácticamente todas mis novelas; también en aquéllas en las que no se cita localización alguna.
ES: Mi cuerpo –mi templo– está bien, no he salido de él nunca, me resulta cómodo y lo puedo llevar alegremente por ahí.
¿Prefiere los animales a la gente?
AO: Como decía Diógenes —o Lord Byron, que ahora dudan de la autoría— «cuando más conozco a la gente más quiero a mi perro». Pero no generalicemos, hay personas maravillosas que te echan una mano —y no siempre al cuello— o que te escuchan con aparente interés. También entre los escritores... En algunos momentos, si tuviese que elegir, un perro.  
ES: Me gustan las personas y me gustan los animales, no distingo mucho en eso. Y para que nadie se ofenda, concretaré: estoy evolucionando hacia una vida más respetuosa con los animales no humanos, así que me cuesta mucho elegir. Hay momentos. Grandes conversaciones con personas. Grandes conexiones con animales. Una de las cosas más bonitas, para mí, es mugir en la montaña y que se te acerque una vaquita, como si por fin hubieras podido comunicarte con ella... Y me gustaría hablar pájaro. Ahí lo dejo.
¿Es usted cruel?
AO: No creo que lo haya sido nunca.
ES: No creo, pero estoy segura de que en algún momento alguna persona de mi entorno ha sentido que lo he sido con ella. En eso también estoy tratando de evolucionar. No sé qué es la vida exactamente, pero eso seguro: intentar ir a mejor.
¿Tiene muchos amigos?
AO: Que pueda definir como amigos, no. Conocidos, bastantes. Dicen que soy una persona sociable.
ES: Uy, no, muy pocos. Pero 'no eres tú, soy yo', quiero decir que me cuesta mucho contarme y así es difícil hacer amigos. Eso sí, los que tengo, es sorprendente, son alucinantes.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
AO: Sinceridad, lealtad, compañerismo, cercanía...
ES: Conciencia, reflexión y responsabilidad. Y risas, muchas risas, por favor. ¿Suelen decepcionarle sus amigos?
AO: No. Suelen estar siempre ahí cuando los necesito. Y viceversa.
ES: No. Y si lo hacen, a otra cosa, mariposa. Tampoco hay que aferrarse, ya lo cantaba la Pantoja, ¿no?
¿Es usted una persona sincera? 
AO: He procurado serlo. En aquellas ocasiones en las que sabía que la sinceridad podía molestar, he buscado no hacer sangre.
ES: Sí. Creo que mentir es esconderse, disfrazarse, avergonzarse de ser como se es, y yo no quiero. Así que a calzón quitao, oyes.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
AO: En compañía de mi pareja, de mis amigos. También dedicándome tiempo para pasear, andar en bici, leer, escuchar música. E ir al cine, que me encanta.
ES: Una jornada montañera, o playera, o mezcla. Si es con la sister, los sobrinos, algunos amigos, mejor. Pero pasar el día entre el sofá y la cama con una pila de libros me chifla.
¿Qué le da más miedo?
AO: El dolor. La soledad cuando es impuesta y nos vamos haciendo mayores. La vejez. Y la pérdida de memoria.
ES: El silencio en el lugar en el que se necesitan palabras. El silencio por sí mismo me encanta, pero ese otro... Ay, qué miedo me da caer en él.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
AO: Me escandaliza este país repleto de políticos corruptos y sinvergüenzas, el egoísmo de las grandes compañías, las desigualdades sociales cada día más evidentes. Y el hecho de que un responsable institucional se embolse seiscientos mil euros al año mientras le pide a un jubilado que viva con veinte euros al día. El poco caso que se le hace a la educación o a la cultura. Nos prefieren estúpidos e iletrados.
ES: El uso de 'lo normal' y el 'sí, pero'. Ejemplo: "No es no, sí, pero si te emborrachas en Sanfermines es normal que te toquen las tetas". Y así un millón de miserias.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
AO: Si le hubiera hecho caso a mi abuelo, habría estudiado Derecho. Pero la escritura siempre ha estado presente en mi vida, de un modo u otro, desde pequeño. A veces como periodista, como escritor, como gestor cultural. Sobre todo, como lector, como espectador teatral o cinematográfico.
ES: Eh, que yo soy periodista. 
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
AO: Ando en bicicleta, paseo, subo al monte. Antaño jugaba al tenis y al fútbol, pero desde que me rompí un ligamento de la pierna izquierda he abandonado los deportes de riesgo. La edad también empuja a ello.
ES: Andar, andar, andar. El cerebro va haciendo conexiones al ritmo del paso.
¿Sabe cocinar?
AO: En ese sentido cumplo el tópico del buen vasco. Me gusta y me relaja, en especial cuando cocino para los demás o en compañía.
ES: ¿Cocinar de subsistencia? Sí.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
AO: A algún actor, Cary Grant, James Stewart, o al director que les dirigió varias veces, y cuyas películas —alguna de ellas al menos— no me canso de ver: Alfred Hitchcock.
ES: A Ramiro Pinilla, autor vasco universal que se construyó una casa y la llamó 'Walden', casi nada.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
AO: Amor. Incluso aunque se hagan atrocidades en su defensa.
ES: ¡Ilusión!
¿Y la más peligrosa?
AO: Guerra. Genial aquella escena de la película El quinto elemento cuando la protagonista descubre la palabra “War”. Pero la guerra nace de otras palabras igual de peligrosas: odio, xenofobia... El nosotros frente al ellos que provocan muchos nacionalismos y demasiados charlatanes.
ES: 'Yo' puede ser muy peligrosa, según.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
AO: Alguna vez, cuando siento la injusticia de esos presidentes o líderes políticos pagados de sí mismos, capaces de permitir que mueran miles de personas en un bombardeo. O de quienes anteponen sus intereses económicos al hambre de millones de personas. Y en Euskadi, cuando ETA asesinaba, pensé que a la gente que justificaba las bombas o el tiro en la nuca con eufemismos le hubiera venido bien un escarmiento. La escritura me sirve para mitigar esas ganas. 
ES: No. Alguna vez he querido que se muriera alguien... pero como no funciona así, me quedo más tranquila.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
AO: Curiosamente, con el paso de los años cada vez más de izquierdas. No estoy adscrito a ningún partido político porque me gusta opinar por mí mismo, sin que una instancia superior —el Partido— me diga cómo tengo que pensar.
ES: Creo en lo común, en el cuidado de los otros, en el reparto de las tareas y las riquezas, en que no se puede poner puertas al campo y en que la vida de alguien en la Cochinchina es tan valiosa como la mía. Sí, hace veinte años me dijeron 'se te pasará cuando tengas 40'... Y eso no 'semapasao' aún. Vamos, que sigo roja.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
AO: Profesor. Hay semanas que pienso que no se me da del todo mal.
ES: Clown, de toda la vida. Y si no, antropóloga sociocultural.
¿Cuáles son sus vicios principales?
AO: Soy testarudo, terco, cabezota, obstinado. Y siento que me puede la envidia por mucho que me esfuerce por lo contrario. Respecto a vicios más privados: el café —con leche—, del que consumía litros cuando era joven, como si me lo inyectase en vena. Me descubrieron hace poco que en todas mis novelas el café tiene un peso importante.
ES: La cecina y el queso. Maldición: el mayor obstáculo en mi camino hacia el vegetarianismo.
¿Y sus virtudes?
AO: Me considero trabajador. Y fiel a la gente que quiero.
ES: Que soy silenciosa. Toda la vida he sido 'oreja'. Escucho con atención y no siempre siento que tengo que decir algo, como si supiera resolverlo todo; eso me ayuda mucho a estar conectada, a poder pensar, a actuar en consecuencia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
AO: Pensaría en mi pareja, en la cantidad de cosas que he dejado de hacer con ella, en la familia, en los lugares en los que fuimos dichosos, y en aquellos libros que no he podido ver publicados...
ES: Me temo que la imagen esa de la luz de Dios entre las nubes o similar... Me puede la curiosidad y pensaría que por fin voy a saber si...
T. M.