Después de
cuarenta años interesándose por Vladimír Holan –ya publicó en Galaxia Gutenberg
una “obra selecta” del poeta checo hace ocho años–, Clara Janés ofrece otra
amplia reunión de poesía y prosa de un escritor con el que tuvo un trato digno
de explicarse. Tras leer una versión de uno de sus libros más destacados, “Una
noche con Hamlet”, la traductora barcelonesa contactó con el autor y acabó
visitándole en Praga y aprendiendo checo con vistas a traducir su obra (según
ha contado ella misma, haciendo clases intensivas de diez horas diarias durante
dos años). Tamaño esfuerzo ha acabado por configurar “Profundidad de la noche”,
una selección que, según sus propias palabras, inciden en poemas “de carácter
hermético –densos en imágenes– y aquellos de condensado pensamiento –en
ocasiones casi gnómicos”.
Con todo, en el grueso volumen encontraremos composiciones de Holan que tendrá un público amplio y cercano, como “Cuando llueve en domingo y tú estás solo...”, de evidente tono melancólico, o varias piezas, como la baudelairiana “Encuentro en el ascensor”, sobre el tópico de una mujer a la que se conoce fugazmente de manera inolvidable, en la línea también de un poema como “Te ha preguntado…”, de semejante romanticismo imposible. En cualquier caso, una parte considerable de la obra del que fuera amigo de Jaroslav Seifert –premio Nobel checo, en 1984, que tuvo la cortesía de citarlo en su discurso en Estocolmo; a él está dedicado el poema, precisamente, “En la profundidad de la noche”– es de marcadísima complejidad. El lector encontrará un gran número de ejemplos de tal cosa, enfrentado a desentrañar los misterios y bellezas de versos crípticos que, sin duda, habrán sido un desafío máximo para Janés; y es que, considerando algunos referentes poéticos de Holan, se podrá apreciar ese grado de hermetismo lingüístico: Mallarmé, Rilke o Góngora (con el hispanista Vaclav Cerny traduce en su juventud la “Fábula de Polifemo y Galatea”).
Cabe decir, por otra parte, que por motivo de sufrir el horror nazi –Checoslovaquia es ocupada en 1939–, Holan, apunta la traductora, se apartó de ese estilo “para adoptar un tono directo como portavoz en pro de la liberación”, lo cual le llevará a afiliarse al Partido Comunista. Pero al final es acusado por los comunistas de practicar un “formalismo decadente” y su obra dejará de publicarse. Holan entonces se sumerge en dos encierros: uno, trasladándose a isla de Kampa, en el río Moldava, en el centro praguense, en 1948; el otro, viviendo de noche. De ahí la gran cantidad de referencias nocturnas en su poesía; las otras son la soledad y los muertos, más que la muerte misma. Para el sujeto poético que habla por su boca, “somos de desamor y de ruinas…”, e incluso el poema “Amantes” acaba con éstos escuchando a los muertos en un cementerio; hay un resucitado en el fantástico “Lamento de un difunto”, o la petición de que “los muertos entierren a los muertos”. Todo lo cual, en realidad, acaba hablando de la vida y de sus vivos.
Publicado en La Razón, 27-IX-2018