martes, 4 de diciembre de 2018

Entrevista capotiana a Fulgencio Argüelles


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Fulgencio Argüelles.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Gijón.
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
Conscientemente, nunca.
¿Tiene muchos amigos?
Muchos conocidos, y unos pocos muy amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sencillez y naturalidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No.
¿Es usted una persona sincera? 
No siempre.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo.
¿Qué le da más miedo?
El dolor.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La ignorancia de quienes nos dirigen.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hubiera sido granjero o ganadero.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Caminar.
¿Sabe cocinar?
Sí.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
No sé. Wilhelm Reich, por ejemplo…
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Ven.
¿Y la más peligrosa?
Vete.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
El camino hacia la igualdad real en todos los ámbitos, incluido el económico.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
¿Cosa?... Nunca… ¿Otra persona?... Mujer.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El vino, el chorizo casero asturiano y la siesta.
¿Y sus virtudes?
La paciencia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Ya me estuve ahogando una vez en el mar y hasta que pudieron rescatarme toda mi vida pasó por mi cabeza. No llegó a cinco minutos, pero todo fue revivido.
T. M.