jueves, 23 de mayo de 2019

Entrevista capotiana a María José Ferrada


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de María José Ferrada.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
¿Qué tan grande puede ser ese lugar? Porque si fuera una ciudad creo que me quedaría acá en Santiago. Mi casa es muy pequeña, así que no sé si podría resistir el encierro. ¿Podemos dejarlo en la ciudad completa?
¿Prefiere los animales a la gente?
Ciertos animales y cierta gente. Casi, casi diría la gente pero no puedo dejaría fuera a Tomi, un perro que estuvo y seguirá estando entre mis amigos más fieles y cuya compañía siempre preferí a la de mucha gente.
¿Es usted cruel?
Sí, sin ir más lejos creo que el comentario anterior fue un poco cruel con esa “mucha gente”. Pero la verdad a veces es así, un poco cruel.
¿Tiene muchos amigos?
Más de cinco y menos de diez.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean personas que no se den mucha importancia a sí mismos y que tengan sentido del humor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
De esos pocos amigos, no.
¿Es usted una persona sincera? 
Lo intento.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gusta caminar por mi barrio  o ir a visitar a mi madre al pueblo en el que vive (si tengo más días).
¿Qué le da más miedo?
La desaparición de las personas que quiero.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza la capacidad de los seres humanos, cada vez más acentuada, de sentirse el centro de todo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Me hubiera gustado ser surfista, y tener un pequeño puesto en la playa que vendiera solo cerveza y pescado frito. Pero es una alter vida bastante improbable porque nunca me he parado en una tabla y tampoco sabría cómo preparar el pescado.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Intento ir a nadar un par de veces por semana.
¿Sabe cocinar?
Esta respuesta es un poco vergonzosa: no. Puedo hacer huevos y cocinar unos tallarines, pero con el arroz o una tortilla ya entro a un terreno de alta complejidad.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Matsuo Basho.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
El verbo creer. Creer en los demás, creer en ti mismo.
¿Y la más peligrosa?
Censura.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Sigo siendo de izquierda, algo desilusionada pero persistente. Creo en la posibilidad real de una sociedad en la que no sean unos pocos los que lo tienen todo. Creo que la educación, la salud, una vivienda digna deberían ser derechos con  los que todos y no solo unos pocos podamos contar, todo eso dentro de un trato respetuoso a este planeta que estamos destrozando. Si no estuviera el yo siempre en el centro, tal vez podríamos lograr un cambio pequeño que de a poco se vaya volviendo grande.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
¿Otra cosa que un ser humano? Una bufanda o un par de guantes.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No puedo vivir sin el café.
¿Y sus virtudes?
No lo sé, estoy muy cerca de mí misma, pero dicen que soy muy puntual.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Las instrucciones de mi profesor de natación y si eso no da resultado, creo que pensaría en mi novio, los almuerzos de los viernes con mi hermano, la cara de mis abuelas.
T. M.