miércoles, 19 de junio de 2019

Entrevista capotiana a Diego Luis Sanromán


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Diego Luis Sanromán.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Elegiría vivir dentro de un cuerpo joven, esbelto, equilibrado, vigoroso, entregado a todos los vicios, pero resistente a todas las consecuencias nefastas que suelen acompañarlos.   
¿Prefiere los animales a la gente?
“Men and beast alike”, como decía Arturo Bandini. Hay que ser generoso y ecuánime en la distribución de los propios odios.
¿Es usted cruel?
Ya me gustaría, pero no me sale.
¿Tiene muchos amigos?
Según los umpa lumpas que trabajan para Mr. Zuckerberg, mil ciento diecisiete. La mayoría no me conoce personalmente, ni yo los conozco a ellos. La ignorancia y la distancia me parecen los pilares más sólidos de una amistad duradera. El contacto acaba por pudrirlo todo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Mmm… Creo que la respuesta a esta pregunta ya está incluida en la anterior.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Contra la decepción existe un remedio de lo más eficaz: vacunarse pronto contra el virus de la esperanza.
¿Es usted una persona sincera? 
De momento, prefiero seguir vivo y conservar mi integridad física en la medida de lo posible.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Si uno lo ocupa, deja de estar libre, ¿no?
¿Qué le da más miedo?
Definirme.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El escándalo es una sensación que me resulta del todo ajena. Y lo lamento, pues si hemos de creer a Pasolini, dejarse escandalizar es un placer.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ya hago otras muchas cosas. En realidad, no estoy muy seguro de poder reconocerme como “escritor”.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Nadar contra corriente.
¿Sabe cocinar?
Quienes han probado mi tortilla de patatas dirían que sí.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Ernest de Gengenbach.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Dios, God, Gott, Dieu, Dio, etc. y sus múltiples sinónimos y sucedáneos.
¿Y la más peligrosa?
Dios, God, Gott, Dieu, Dio, etc. y sus múltiples sinónimos y sucedáneos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Ahora mismo, a Truman Capote.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Tiendo a la ingobernabilidad, la insumisión, la incredulidad y la impiedad. Pero se trata sobre todo de eso: de una tendencia. La puñetera Realidad nos impone cotidianamente claudicaciones de todo tipo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Nada. Esa ha sido siempre mi mayor aspiración. Pero está claro que también en esto he fracasado.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La pereza y el cinismo están siempre al acecho. Cada vez me cuesta más tenerlos bajo control.
¿Y sus virtudes?
No soy lo bastante fatuo para responder a una pregunta como esta.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Recuerdo que una vez perdí el conocimiento, aunque ya he olvidado la causa, y la cabeza se me llenó de cazas estelares tipo TIE que pasaban volando a toda velocidad. Podía escuchar una música que no sabría identificar y notar el frío de la oscuridad sideral. Jamás he vuelto a sentir una paz semejante.
T. M.