lunes, 30 de diciembre de 2019

Entrevista capotiana a Víctor Espuny


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Víctor Espuny.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una biblioteca llena de lectores y rodeada de montañas. Tendría zonas de silencio, zonas de diálogo, dormitorios, comedor, baños, etc. Las habitaciones podrían ser individuales. Editaríamos una revista digital en la que expresaríamos nuestros puntos de vista sobre la realidad.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero la gente. Con los animales no se habla.
¿Es usted cruel?
A menudo. Soy famoso por ello.
¿Tiene muchos amigos?
No. Conocidos, sí.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Ninguna. Los amigos suelen adquirirse en la infancia y por afinidades irrepetibles. Uno no busca nada en ellos, al menos de forma consciente, un día los encuentra y nota que se encuentra bien a su lado. 
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, porque no espero nada de ellos. Los conozco y prefiero no ponerlos a prueba.
¿Es usted una persona sincera?
Demasiado.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Observando a las personas con las que me cruzo o caminan delante de mí mientras voy al cine.
¿Qué le da más miedo?
Una multitud manipulada por una mente perversa. El olvido de la historia.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La falta de conciencia del problema ecológico entre los gobernantes de los países más contaminantes, sobre todo de Estados Unidos y China. También me escandaliza el futuro tan negro que tiene lo humano frente a los avances tecnológicos y las pocas voces que se alzan para denunciarlo. Estamos repitiendo errores del pasado, cuando los avances tecnológicos nos llevaron a pensar que todo era posible. Justo después vinieron dos guerras mundiales.  
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Habría trabajado en el comercio. Estaba predestinado a eso.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino. Huyo del asfalto siempre que puedo.
¿Sabe cocinar?
Me gustaría decir sí, pero voy a decir no por si alguien conocido lee la entrevista.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
No sé si el Reader’s Digest sigue existiendo ni que línea editorial tiene en ese caso. Si es como la recuerdo elegiría a alguien biempensante, correcto, comedido, buen orador, formal, conservador y previsible. Para cualquier otra publicación elegiría al caraqueño Francisco de Miranda (1750-1816).  
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Poesía.
¿Y la más peligrosa?
Frontera.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Hasta ahora no. Espero no sentir nunca nada parecido.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Si me tuviera que definir diría que soy humanista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Concertista de piano, violín, arpa, guitarra o flauta travesera.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Desde hace años intento no despilfarrar mi salud en algo que le perjudique. Vicios, como tales, no me quedan. Defectos de carácter debo tener muchos.
¿Y sus virtudes?
Quizá la empatía.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mi madre, todavía joven, intentando poner orden en su casa, mi padre mandando y ordenando, un bosque de hayas en otoño, un barco hundiéndose, a todos los que quiero tristes por mi partida, mi biblioteca, llena de libros seleccionados, malvendida a un librero de lance, mis manos luchando por salir a flote porque no me quiero ir todavía, que queda mucho por hacer.
T. M.