viernes, 17 de enero de 2020

Entrevista capotiana a Priscilla Velázquez Rivera

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Priscilla Velázquez Rivera.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa silenciosa y rodeada de mar.
¿Prefiere los animales a la gente?
Los libros a ambos.
¿Es usted cruel?
Lo fui alguna vez en otra época y desde otro lugar de conciencia en mi comunicación con los demás. Comunicaba solo lo que pensaba y quería entregar sin tomar en cuenta el recipiente. Mi honestidad era un lugar punzante para estar. Ya no. Aprendí que puedo ser clara y directa sin ser ruda.
¿Tiene muchos amigos?
Pocos, pero amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Como muy bien dijo Jacques-Alain Miller “…aquel que conoce tu verdad y te ayuda a encontrarla soportable”.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Muy pocas veces y ninguna que no tenga remedio.
¿Es usted una persona sincera? 
Sincera y clemente.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Escuchando música, leyendo, escribiendo, tomando sol y vino, viajando con mi familia. Ocupo mi tiempo, libre o no, viviendo.
¿Qué le da más miedo?
Morirme en vida. Hay gente que ha muerto y no lo sabe. Sí, dejar de amar la vida, me da mucho miedo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La violencia brutal, el terrorismo. La vuelta a nacionalismos, los extremos en estos tiempos. Que en la larga historia de la humanidad hayamos tenido tantos avances y sin embargo a nivel de conciencia sigamos siendo tan primarios e instintivos. Eso me sorprende, me espanta.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Para mí, la escritura no es decisión es destino. Habría hecho cualquier otra carrera y al final volvería a ser escritora. Ejercí por dos décadas mi carrera corporativa y se me daba muy bien, cobraba por hacerlo. Ahora solo escribo y escribir es mi única y mejor recompensa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, con disciplina espartana. Pesas, boxeo, senderismo.
¿Sabe cocinar?
No, pero me encanta la buena mesa.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A las personas que toman decisiones valientes. A las personas coherentes con sus valores, con su alma. A las que se atreven a no gustar. Hay un personaje a quien tengo especial e incomprensible simpatía por ser considerado muy sombrío, insolente, áspero y profundamente pesimista, es el escritor y cineasta colombiano Fernando Vallejo. Creo que sus sombras añaden perspectiva. ¿No es acaso la oscuridad la ausencia de luz visible?
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Vida.
¿Y la más peligrosa?
Miedo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Nunca.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me avergüenza confesar mi reciente apatía porque creo que es una responsabilidad moral asumir una posición política. Puedo decirte que creo en la libertad, en los derechos humanos y en la igualdad de oportunidades. No tolero el abuso de poder ni el ejercicio del mismo desde la ignorancia, el complejo y la marginalidad por eso es que hay que sobreponerse al desencanto y participar, asumiendo posturas. Creo en las mentes brillantes, en funcionarios hechos para servir independientemente de la ideología, en trayectorias ejemplares. Cuando descubro a alguien así, lo apoyo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Bailaora, actriz de teatro, Joaquín Sabina.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El vino, aunque coincido con el médico parisino quien dijo al escritor Mario Vargas Llosa que “El vino no es alcohol. Es civilización”.
¿Y sus virtudes?
Mi pasión por respirar.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Intentaría flotar en ese mar de cara al sol mientras me despido de la mirada dulce de mi marido; de la sonrisa libre de mi hijo, del azul cristalino de sus ojos; del sentido del humor de mis padres y de la alegría de mis hermanos; lamentaría no tener a mano un frío verdejo pero moriría feliz sabiendo que he vivido.
T. M.