En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Francisco Aguilera.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
En mi
ciudad: París
¿Prefiere los animales a la gente?
Al
animal-humano.
¿Es usted cruel?
Paso.
¿Tiene muchos amigos?
¿Tiene muchos amigos?
Pocos, pero buenos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No ando buscando
amigos por el momento.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Jamás.
¿Es usted una persona sincera?
A veces,
depende para lo que sea.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo.
¿Qué le da más miedo?
¿Qué le da más miedo?
Nada muy
original: la parca.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Cada indignación
tiene su afán, su momento. Lo que me escandaliza ahora, por decirlo suavemente,
es el gobierno de Sebastián Piñera.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Toda vida
es creativa. O ninguna. En fin, me hubiera gustado ser pintor.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Trato de caminar
todos los días.
¿Sabe cocinar?
Me defiendo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Emily Dickinson o
a Spinoza. Pero no los calificaría de inolvidables.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Dignidad.
¿Y la más peligrosa?
Orden.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Me ha sucedido de querer
aquello, ¡hélas!
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Trato de perseverar
en ellas, con mucho esfuerzo, a veces con pocos resultados, pero diría: de
izquierda.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si fuera
una cosa, tendría que ser una cosa discreta pero decorativa, y sin utilidad inmediata
o aparente.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Prefiero no
comprometerme.
¿Y sus virtudes?
Algunas tendré. Hay
que ver con los que me conocen.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Esquema muy clásico por
supuesto: mi amada y mis dos hijas. Más que suficiente.
T. M.