sábado, 18 de abril de 2020

Entrevista capotiana a Iván Baeza


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Iván Baeza.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Sin duda, Madrid. Es donde he crecido, donde tengo a mi gente. Este es un lugar lleno de oportunidades, en el que la vida cultural nunca se detiene.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente, sobre todo a la gente que le gustan los animales. Siempre he tenido perro. Ahora mismo son dos teckels de pelo duro los que me regalan su compañía y cariño incondicional.
¿Es usted cruel?
No. Nadie debería serlo.
¿Tiene muchos amigos?
Siempre digo que soy una persona con suerte porque estoy rodeado de mucha gente que me quiere. Eso es un lujo, pero un lujo que hay que saber ganarse y cuidar. Puedo decir que tengo muchos y buenos amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que me respeten, creo que es lo primordial en cualquier tipo de relación. Y que estén en los momentos importantes: cuando nos necesitamos los unos a los otros, ya sea para compartir las alegrías o las penas.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Todos nos decepcionamos a veces, nadie es perfecto, pero los amigos se apoyan, se ayudan y son capaces de solucionar cualquier conflicto. Si no es así, no son verdaderos amigos.
¿Es usted una persona sincera? 
Intento serlo, pero a veces es necesario edulcorar algo la realidad. Una persona absolutamente sincera puede resultar cruel.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Soy un lector empedernido. Me encanta el cine, el teatro, el arte, las series, viajar y estar en compañía de la gente que quiero.
¿Qué le da más miedo?
El dolor. Solo nos acordamos de lo afortunados que somos a diario cuando lo sufrimos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La corrupción a todos los niveles, pero es algo a lo que ya nos hemos acostumbrado en este país.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Además de escritor soy enfermero quirúrgico y también estudié Bellas Artes. Pero si volviera atrás y no pudiera escribir, creo que me hubiera dedicado al mundo del interiorismo, me encanta la idea de hacer más bellos los espacios habitables.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Voy al gimnasio un par de veces por semana. O al menos lo intento.
¿Sabe cocinar?
La verdad es que no soy buen cocinero, para serlo tienes que disfrutar con la cocina y a mí es algo que nunca me ha llamado la atención. Me gusta comer buenos platos pero no prepararlos. 
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Sándor Márai, es un autor que siempre me ha fascinado. Fue un gran olvidado, su obra literaria es magnífica y su historia trágica.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Hijos.
¿Y la más peligrosa?
Envidia.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. La palabra «matar» también es peligrosa, no debería de usarse con ligereza.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Estoy harto de la forma en que se hace política en este país. Nuestros políticos y el sistema del que se alimentan me han dejado ya hasta sin tendencias políticas. Todo huele igual. Ahora mismo solo estoy seguro de que los extremos son peligrosos, tanto como pensar que se está en posesión de la auténtica y única verdad.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si tuviera que cambiar mi condición humana elegiría convertirme en un perro doméstico con unos buenos amos. Pero vamos, que me quedo con lo que soy.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Creo que el dulce es el único confesable.
¿Y sus virtudes?
Constancia, empatía y generosidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Un niño jugando con la arena en la orilla de un río cerca de sus padres, un crío corriendo por el campo detrás de su perro, un adolescente bailando y cantando con sus amigos, un hombre con su pareja en la cama mientras ve como cae la nieve a través de la ventana, un escritor recibiendo el Premio Playa de Ákaba a la creación literaria de manos de Lorenzo Silva, ese mismo escritor comiendo un crep en París, un abrazo muy muy fuerte, mis amigas riendo mientras comemos y nos ponemos al día…
T. M.