domingo, 12 de abril de 2020

Entrevista capotiana a Jesús Hernández


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jesús Hernández.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una biblioteca con una destacada sección de Historia, wifi y un buen fondo de películas. Y situada en algún lugar de clima cálido, no me gusta el invierno.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, nunca he tenido una relación especial con los animales, aunque siento simpatía por los gatos, por lo independientes que son, siempre parece que no les deben nada a nadie.
¿Es usted cruel?
En absoluto. De niño maté un pájaro con mi escopeta de balines y todavía siento remordimientos.           
¿Tiene muchos amigos?
Me considero muy afortunado por tener numerosos amigos.       
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean sinceros y me digan las cosas como son. Eso lo aprecio especialmente cuando, por ejemplo, me dan su opinión sobre mis libros. También valoro especialmente que me aporten cosas nuevas, que tengan conocimientos de los que carezco, que hayan visitado lugares en los que yo no haya estado, etc.           
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No.
¿Es usted una persona sincera? 
Por supuesto, y si no fuera así respondería exactamente lo mismo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Para mí, escribir un libro supone vivirlo a tiempo completo, por lo que ese tiempo libre lo empleo para investigar más sobre el tema en cuestión. No obstante, últimamente me estoy dedicando a verme las filmografías completas de grandes directores de cine como Herzog, Wenders, Tarkovski, Tarr o Godard. Antes del confinamiento, solía ir en bicicleta. Cuando tenía varios días libres, hacía un viaje a algún escenario de la Segunda Guerra Mundial. Hace unos cinco años que descubrí la recreación histórica y desde hace dos me he aficionado a participar activamente, lo que me llevó el año pasado a conmemorar el 75º aniversario de Normandía allí como recreador, una experiencia inolvidable.
¿Qué le da más miedo?
No siento miedo por nada en particular, aunque curiosamente las películas de miedo no me gustan, me ponen nervioso.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandalizan muchas cosas, pero sobre todo la mentira. Ya dijo Revel que “la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”, y Lenin era partidario de utilizar la mentira como arma política. Eso lo vemos a diario, y más en la actual situación. Lo peor es que tenemos comprobado que eso no pasa factura.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Seguramente hubiera muerto de hambre, no sé hacer otra cosa aparte de escribir.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, daba paseos en bicicleta y corría por un parque cercano. En el actual confinamiento practico yoga, que es más agotador de lo que puede parecer.
¿Sabe cocinar?
Me gusta preparar platos sencillos, sí. Por cierto, me encanta el hummus, al que le añado diferentes salsas o especias, lo comería cada día.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Al general George Patton, por ejemplo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Aunque suene materialista, “Dinero”. Con él, todos esperan poder resolver sus problemas, preparar un futuro mejor para sus hijos y llegar a ser algún día lo que desean ser. En mi caso, si tuviera mucho dinero no creo que me comprase nada, me dedicaría a viajar todo el tiempo y a ayudar a quien se lo mereciese.
¿Y la más peligrosa?
Hoy día hasta las palabras más nobles se han tornado peligrosas. Cuando alguien ofrece diálogo, en realidad es imposición; cuando reclama tolerancia, es impunidad; cuando pide respeto, es sumisión; cuando reivindica igualdad, es discriminación... Ya hemos llegado a la distopía orwelliana en la que las palabras significan lo contrario.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Apoyo a los que defienden la libertad. Estoy en contra de los que nos dicen cómo debemos pensar y hablar, de los que utilizan la ingeniería social para moldear la sociedad según su ideología y los que decretan la muerte civil de los disidentes.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un viajero empedernido. Un amigo mío ha viajado por todos y cada uno de los países y territorios del planeta, dando varias vueltas al mundo. En mi próxima vida quiero ser como él. Tampoco estaría mal ser un buen pintor.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El chocolate negro, sin azúcar. Y las tarrinas de helado, aunque procuro mantenerme siempre alejado de ellas.
¿Y sus virtudes?
Tengo una inagotable curiosidad intelectual, lo que me ha llevado a poder hablar de casi cualquier tema, me interesa prácticamente todo. También considero que soy una persona creativa, algo indispensable para idear nuevos libros.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Creo que era en un anuncio de TV en el que aparecía un alce en mitad de la carretera que, junto antes de ser atropellado, le pasaba toda su vida de alce por la cabeza. Supongo que en mi caso sería igual, aunque preferiría ver la imagen de un flotador viniendo hacia mí.
T. M.