martes, 14 de abril de 2020

Entrevista capotiana a Mercedes Gutiérrez


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mercedes Gutiérrez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Quizás las Azores. He oído decir maravillas del café que tienen.  
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende del animal y de la persona. Algunos de mis actores favoritos fueron animales. Por ejemplo Skippy o Jimmy, el cuervo.
¿Es usted cruel?
Espero que no, pero me gusta mucho la canción Cruel To Be Kind de Nick Lowe.
¿Tiene muchos amigos?
No. Pero los pocos que tengo cuentan por dos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Apoyo, que me hagan reír y que me den conversación con la que pueda aprender.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Hay que entender, que, a veces, todos nos podemos llevar un chasco. Aunque tengo una amiga a la que no hago más que darle la vara para que me mande una foto de su perro y no hay manera.
¿Es usted una persona sincera? 
Creo que sí. Pero me temo que es cosa suya el creer si le digo la verdad o no. 
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Aprendiendo y comiendo torrijas. Mejor si puedo hacer las dos cosas a la vez. 
¿Qué le da más miedo?
Conducir por una carretera americana en medio de la noche en la que no hay ni un alma.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Muchas cosas. Una de ellas es lo carísimo que resulta ir al médico en Estados Unidos. Y ya no digamos si se requiere tratamiento e intervención quirúrgica. Uno puede perder los ahorros de toda una vida, si es que se tienen, para intentar salvarla. 
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Entregarme a una causa justa o ser exploradora.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Voy a correr cuando el tiempo lo permite. En Pittsburgh se hace piernas porque aquí solo hay cuestas y además son muy empinadas. (Ver foto). Aunque mis carreras dan risa. Practico yoga, pero también dejo bastante que desear en esta disciplina. Y salgo a pasear a menudo.
¿Sabe cocinar?
La química culinaria y yo nos llevamos fatal. Aunque comer se me da muy bien.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Norman Borlaug, el hombre que salvó mil millones de vidas.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
“Vida.”
¿Y la más peligrosa?
“Vete.”
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, pero a veces me recreo con una dosis justa de schadenfreude.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Prefiero un burro antes que un elefante, pero creo que los políticos deberían ir pensando en reemplazarlos con otros animales. ¿Quizás unas aves de rapiña?
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Actriz de doblaje, catadora de café, cuidadora de purcoespines y muchas más.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Como cualquier español que se precie: el orgullo.
¿Y sus virtudes?
Saber qué tengo vicios.  
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Estar dentro de la Caverna de los Vientos, en las Cataratas del Niágara. Por lo menos allí sí que estaba rodeada de agua, pero era para disfrutarla.
T. M.