lunes, 15 de junio de 2020

Entrevista capotiana a David Galán Galindo


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de David Galán Galindo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Si tengo que ser realista, diré Madrid. Yo soy de Ávila, una ciudad a la que amo, pero muy pequeña, con un solo cine, sin tiendas de cómics… Para un abulense cinéfilo y comiquero vivir en Madrid es como pasear todos los días por Broadway. Barcelona también me encanta, ojo. Si no tengo que ser realista, diré Nueva York. Es mi ciudad favorita del mundo.
¿Prefiere los animales a la gente?
No los prefiero pero quiero más a algunos animales que a mucha gente. Mi perro y mi gato me importan más que muchas personas, es inevitable. También son de la familia.
¿Es usted cruel?
En la vida real diría que no. Pero hay que serlo con los personajes que creas. Con tus personajes hay que ser como el Dios del Antiguo Testamento y joderles a base de bien. Ponerles las cosas difíciles.
¿Tiene muchos amigos?
Mi abuelo Remigio decía que los amigos de verdad se cuentan con los dedos de una mano. Creo que tenía razón, pero aún así diría que puedo contar con mucha gente, he pasado por muchos trabajos y aventuras distintas (los rodajes, la universidad, el máster…) y de todos me llevo algún amigo para toda la vida.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que se pueda hablar con ellos de cualquier cosa y con sentido del humor. Filosofar incluso. En una conversación con un amigo de verdad, se puede arreglar el mundo, la industria del cine y todas las tramas de cualquier historia de ficción.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Yo doy mucho y a veces uno espera recibir exactamente lo mismo de sus amigos. Es un signo de madurez aceptar que no todo el mundo da lo mismo ni en la misma cantidad.
¿Es usted una persona sincera? 
Sin duda. Seguramente demasiado sincera para mi propio bien. No me gusta la falsedad, a mí se me ve venir como a un camión con las luces encendidas.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Escribiendo rimas, viendo películas o leyendo cómics y libros.
¿Qué le da más miedo?
¿Además de “la muerte”, así en general? Las alturas. Tengo un vértigo absurdo. Nivel no asomarme a los balcones o salir a la terraza.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza el puritanismo y la autocensura. Me escandaliza ver a alguien ir en contra de lo que cree por la presión social tanto como me escandaliza el juicio constante de las redes sociales. Me escandaliza que alguien pueda ofenderse por un chiste, por ejemplo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ser periodista. De hecho, desde que era niño eso era lo que quería ser de mayor. Ser un periodista de investigación y destapar oscuras tramas criminales.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Soy una persona sedentaria, para qué nos vamos a engañar. Poco antes del Estado de Alarma me apunté al gimnasio para bajar de peso. Creo que el que yo me apuntara al gimnasio rompió alguna ley cósmica y para evitarlo el universo nos mandó la pandemia.
¿Sabe cocinar?
Soy un gran hacedor de pizzas. También pasta, ensaladas... y hago los huevos fritos hasta con puntilla. Pero para mí “saber cocinar” es otra cosa; yo no sé hacer unas lentejas, un cocido, una paella…
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Jack Kirby o quizá a Ed Wood. Ambos tienen unas biografías extraordinarias, no sólo por sus carreras artísticas, ambos fueron veteranos de la Segunda Guerra Mundial (Ed Wood volvió condecorado de la Batalla de Guadalcanal en el Pacífico y Jack combatió a las órdenes de Patton). Alan Moore, con todo su viraje desde escritor consagrado a Mago (con mayúsculas), también sería buena opción.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Siento ser moñas, pero voy a decir “amor”.
¿Y la más peligrosa?
Censura.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Literalmente no. Pero dar unos mamporros (gran palabra, “mamporros”), sí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me considero una persona progresista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Me gustaría tener talento para el dibujo y ser dibujante de cómics. Trabajar para Marvel y DC.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El orgullo, seguramente.
¿Y sus virtudes?
Soy leal y soy transparente. Es decir, se puede contar conmigo y soy tal y como me muestro.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mis hijos, mi chica, mi familia. Ojalá me viera rapeando, en el parque de San Antonio de Ávila, con mis amigos, pues seguramente sea la época de mi vida en la que disfruté más como un niño. Todo parecía más sencillo y sería un buen final.
T. M.