viernes, 5 de junio de 2020

Entrevista capotiana a Reyes Monforte

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Reyes Monforte. 

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? 
En uno que diera el sol por el día y oliera a lluvia por la noche. Mejor no doy la ubicación, no vaya a ser...
¿Prefiere los animales a la gente? 
No. Nunca. ¿Por qué iba a preferirlos?
¿Es usted cruel? 
De momento, no lo he sido. Pero supongo que siempre estamos a tiempo de reinventarnos.
¿Tiene muchos amigos? 
Los suficientes, que siempre son los necesarios.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? 
Que estén ahí, siempre. Y que solo con pensarles, se te dibuje una sonrisa en la cara. No falla; esos son los buenos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? 
Si son amigos, no. Los que decepcionan tienen otro nombre.
¿Es usted una persona sincera? 
En su justa medida, cuando se requiere. Y siempre dependiendo con quién.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? 
En territorio amigo. El cómo , es lo de menos.
¿Qué le da más miedo? 
Hace mucho que el miedo no me da; si acaso, me da cosilla, dentera, rabia, repelús…
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? 
Cada día, menos cosas. A todo se acostumbra uno. Pero la mentira y la mala fe escandalizan siempre.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? 
Soy una periodista que escribe. No me gustaría ser otra cosa. Es simple pragmatismo, a lo Oscar Wilde: “Sé tú mismo; los demás puestos están ocupados”.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? 
El razonable e imprescindible. Tampoco vamos a venirnos arriba a estas alturas. También depende de lo que entendamos por “ejercicio físico”.
¿Sabe cocinar? 
No. Ni ganas. Será porque no me gusta mucho comer.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? 
Cuando lleguemos a ese puente, lo cruzaremos. Los personajes cambian y lo que les hace inolvidables , también. Aunque preferiría que el encargo viniera del New Yorker, puestos a elucubrar.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? 
Amor.
¿Y la más peligrosa? 
Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? 
Para eso está la ficción. Y funciona.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? 
Tendencias al alza.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? 
¿Cosa? ¿Cuándo nos hemos convertido en cosas? Me reitero en mi anterior pragmatismo wildeano.
¿Cuáles son sus vicios principales? 
No hay principales, solo hay inconfesables. Lo siento, pero la información es poder. Hay que tener cuidado con las confesiones capotianas.
¿Y sus virtudes? 
Las mantengo ocultas para que otros las descubran y, si lo consideran oportuno, las desvelen. Hacerlo yo me parecía feo y pretencioso.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Nado estupendamente, incluso mientras guardo la ropa. Pero puesta en situación, serían muchas las imágenes, todas buenas. Y todas de mis personas favoritas, esas que siempre te salvan, aunque sea en el último segundo.
T. M.