Cabe decir que Celan trabajó como traductor de textos
político-administrativos y padeció de depresiones desde 1962, e incluso crisis
de delirios; de hecho, llegó querer matar a su esposa, lo que lo llevó a él
mismo desear que lo internaran en una clínica. Esta mente perturbada pero
creativamente tan talentosa generaría una críptica obra, como su primer
poemario, “Amapola y memoria” (1952), que incluye su poema más
famoso, «Todesfugue», traducido como «Fuga de la muerte» (1948), una
descripción del campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau a partir de la
estructura musical de la fuga. En este sentido, el lector en español que desee conocer
esta y otras de sus obras le será imprescindible acudir al catálogo de la
editorial Trotta.
Un gran legado póstumo
En ella, encontrará los alrededor de ochocientos poemas que publicó
Celan, unas “Obras completas” que se reeditaron este pasado julio y que
condensan su pensamiento y su vida trágica; piezas muy influidas por asuntos
teológicos, filosóficos, científicos e históricos y que, siguiendo la edición
alemana de Beda Allemann y Stefan Reichert, vierte por primera vez al
castellano y a una lengua extranjera toda la obra del poeta, pero también su
prosa. De hecho, en Trotta también es posible conocer “Los poemas póstumos” (2003);
y es que Celan destinó a la publicación apenas quinientos poemas, pero tras su
muerte se encontró en su legado casi el mismo número de poemas póstumos, lo
cual indica el grado de autoexigencia del autor antes de decidirse a publicar
sus versos. Es más, se preocupó por señalar algunos textos con etiquetas del
tipo de «¡No publicar!», «¡No publicar nunca!» o «Impublicable», si bien nunca
destruyó estos poemas, sino que incluso los guardó y ordenó cuidadosamente,
junto con todas sus versiones previas.
Existe otro tipo de textos gracias al volumen “Microlitos. Aforismos y
textos en prosa” (2015), más la “Correspondencia con Nelly Sachs” (2007),
esta una poeta alemana que recibió el premio Nobel en 1966 y con la que
coincidió en su carácter de exiliado y de trayectoria personal atormentada. «La
vida tiene la misericordia de rompernos», le escribió una vez ella a él. Y
también: «Querido Paul Celan, nosotros queremos seguir aportándonos la verdad
el uno al otro. Entre París y Estocolmo se extiende el meridiano del dolor y
del consuelo»; un par de ejemplos que demuestran el grado de complicidad y
amistad, pero también de dolor y búsqueda de salvación íntima, que los unió.
Su faceta como prosista, por otra parte, era hasta ahora poco
conocida. Sólo dio apenas a conocer aforismos, más cercanos a los poemas
en cuanto a extensión y estilo, pero escribió textos en el ámbito de los escritos
poetológicos, y además en tres lenguas: alemán, rumano y francés. En “Microlitos”
hay notas aforísticas, prosa narrativa, diálogos, notas para trabajos
dramáticos o colaboraciones para la radio y entrevistas; una edición que
ayuda a acceder a Celan como hombre y poeta, a su experiencia como
lector y traductor, así como al mundo literario y artístico en el que se
movió, a amigos y enemigos, revistas y editoriales. Unas páginas en las
que destaca un caso de acusación de plagio que le persiguió durante la etapa
final de su vida.
Asimismo, tenemos al alcance “Poemas y prosas de juventud”, que abarca
sus diferentes periodos vitales: el primero, lo que Celan llamará más tarde
«país natal», la Bucovina; luego, la estancia, entre 1945 y 1947, en la capital
rumana, Bucarest, donde se ganaba la vida como traductor del ruso al rumano y
publicó sus primeros poemas bajo el nombre de Celan; y, por fin, Viena, que fue
una estación de paso antes de recabar en París, donde al final llegaría a la
decisión, en un aciago día, de lanzarse al río desde el puente Mirabeau, hace
cinco décadas.
Publicado en La Razón, 23-XI-2020