miércoles, 19 de mayo de 2021

Un salvaje Oeste oriental

Con traducción de Benito Gómez Ibáñez, siempre una garantía a la hora de conocer la esencia literaria de lo que vuelca al español, nos llega esta obra finalista del Premio Booker 2020, que le encantó a Barack Obama y que fue Libro del Año 2020 según dos de los más importantes periódicos norteamericanos. Unos detalles estos que siempre exhalan la sospecha de que estemos ante una mera estrategia comercial; sin embargo, en algunos casos tales referencias tan llamativas e hiperbólicas, además en relación con un debut literario, obedece realmente a un creador talentoso. Y creo es estamos ante esto último ahora.

De tal manera que tenemos a C Pam Zhang, que, leemos, nació en Pekín en 1990 y emigró con su familia a Estados Unidos cuando tenía cuatro años; que creció en Kentucky y California pero que ha vivido en trece ciudades de cuatro países, todo lo cual es fácil presumir que le habrá servido mucho a la hora de urdir “Cuánto oro esconden estas colinas” por su fusión de tiempos y lugares. El argumento es el siguiente: Lucy y Sam, de unos diez años, han perdido a sus padres, inmigrantes chinos en la época de la fiebre del oro. Al modo faulkneriano, cargan con el cadáver al objeto de darle sepultura, y el recorrido se transformará en una manera de ir sacando a colación tanto secretos familiares como ciertas rivalidades.

Pero lo más interesante es ver la forma en que la autora mezcla el simbolismo chino y el imaginario del lejano Oeste hasta alcanzar toda una mitología personal. El dúo protagonista parece que vaya a la deriva, y se percibe un claro deseo de que asuntos que tienen que ver con el racismo o la identidad de raza queden revisitados en un contexto marcadamente masculino y blanco, con el contraste de dos pequeños de origen oriental. C Pam Zhang ha querido con eso distanciarse de lo consabido y reimaginar, reinventar el Salvaje Oeste.

Esa impronta que huele a fábula se percibe enseguida, con el título de la primera parte del libro, “XX62”, con un inicio en que recrea las chabolas de los mineros y otras casas adineradas al lado –como en la actualidad–, “y a todo alrededor, circunscribiendo las innúmeras colinas, oro abrasado”, y cerca, campamentos de indios y grupos de vaqueros, viajeros y forajidos. El sueño americano se convierte así en fealdad y dureza, deviniendo así una propuesta literaria de gran mérito por cuanto infunde una renovada mirada al género del wéstern.

Publicado en La Razón, 8-V-2021