sábado, 26 de junio de 2021

Entrevista capotiana a Rafael López Vilas

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rafael López Vilas.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Me tienta decir el Faro de Moncloa, en Madrid, pero los años han puesto en mi camino San Vicente, en la península de O Grove.

¿Prefiere los animales a la gente? Depende para qué. Comparativamente hablando, en mi caso, la mayoría de las veces la gente no sale ganando.

¿Es usted cruel? Soy un ser humano. Por supuesto que sí. Pero sobre todo, por error u omisión.

¿Tiene muchos amigos? Los suficientes. La cuantificación, es relativa.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? No creo que busque ninguna en concreto. Pero las que no busco las conozco a la perfección.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Todos lo hacemos alguna vez. Va con el asunto este de vivir y relacionarse.

¿Es usted una persona sincera? La mayoría de los que han tratado conmigo dirían que sí. También es cierto que las mayorías no siempre tienen razón. Por otro lado, soy escritor, así que…

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Rebuscando en la arena del reloj más tiempo para poder escribir.

¿Qué le da más miedo? Me duele sólo imaginar la muerte de mi pareja.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? No sé si me escandaliza o no, pero me revuelve las tripas que la gente no sepa distinguir su mano izquierda de su mano derecha, ni lo que quiere decir el saldo que tiene a fin de mes (quien lo tenga) en su cuenta.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Habría embalado mis bártulos y me habría ido al campo para intentar convertirme en un trasunto del “Señor Cayo”.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Ciclismo en TVE, en Eurosport…

¿Sabe cocinar? Como los ángeles del infierno. Y está bien que yo lo diga.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Me tienta decir Bill Murray, pero por justicia poética y por ser lo más parecido a un extraterrestre,  me quedaría con Nikola Tesla.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Mañana. Pero yo hace ya mucho tiempo que no la tengo.

¿Y la más peligrosa? Democracia.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Un mínimo de una vez al día desde que tengo uso de razón.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Según los adictos al dinero público de la bancada más rancia del Congreso de los Diputados y la mayor parte de la prensa patria, soy un proetarra socialcomunista bolivariano y golpista perroflauta. Otros, mucho menos rigurosos con la terminología que los anteriores, me dirían marxista.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un hombre libre.

¿Cuáles son sus vicios principales? Fundamentalmente leer, pero también las noches interminables regadas con cerveza y sumergirme a deambular entre los peces en las aguas territoriales de San Vicente (Do Mar).

¿Y sus virtudes? Conozco muy bien el reverso de mis tripas y me sé de memoria los renglones escritos en las suelas gastadas de mis zapatos.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? La sonrisa de María, mi pareja. Mi hermana. La sonrisa de María. Mis padrinos. La sonrisa de María. Aquellos a quienes quise alguna vez. La sonrisa de María. La sonrisa de María, la sonrisa…

T. M.