jueves, 9 de diciembre de 2021

Entrevista capotiana a Carlota Gurt

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carlota Gurt.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una casa con un trozo de bosque denso y una piscina.

¿Prefiere los animales a la gente? No, en absoluto. El amor extremo por los animales me parece un desplazamiento patológico y cobarde del afecto y una manera de protegerse de las decepciones que nos dan los humanos.

¿Es usted cruel? Diría que no. Intento no serlo. Pero un animal herido hace cosas desesperadas.

¿Tiene muchos amigos? Conocidos, muchos; demasiados seguramente. Amigos, pocos; demasiado pocos seguramente.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Franqueza, inteligencia y sentido del humor.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Más que decepcionarme, suelo alejarme de ellos porque ya no los entiendo, o porque ya no me entienden.

¿Es usted una persona sincera? Demasiado.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Hablando, comiendo, bebiendo, escribiendo, leyendo, fornicando, estando con mis hijos.

¿Qué le da más miedo? Hacer el ridículo.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? El engaño, la falta de coherencia, la mentalidad reaccionaria.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Lo que hace años que hago y sigo haciendo: traducir. O, anteriormente, ser productora ejecutiva de artes escénicas.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No, pero debería.

¿Sabe cocinar? Un poco. Me gusta hacerlo cuando no es una obligación. Me vacía la cabeza y detiene el torrente de pensamientos, a menudo agotador.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A alguna persona de mi vida. Los personajes de ficción no son más que eso: ficciones. Y con los personajes célebres nunca se sabe: a lo mejor adoras a alguien y resulta que era un hijo de puta abusador. No hay nada más admirable que la realidad.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Educación.

¿Y la más peligrosa? Fanatismo.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí. Mataría a mi madre por amor. Tiene Alzheimer.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Confío poco, o nada, en la política. Tengo ideas de izquierdas, pero a veces me descubro destellos en el otro sentido, que salen de mi infancia en una familia conservadora y catalana.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Estúpidamente feliz.

¿Cuáles son sus vicios principales? La exigencia excesiva en todos los sentidos: conmigo misma, con los demás, con la vida, con los libros, con las entrevistas.

¿Y sus virtudes? La exigencia excesiva en todos los sentidos. Los defectos y las virtudes no son más que dos caras de la misma moneda.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Ahora mismo, mis hijos. Son todavía pequeños.

T. M.