domingo, 16 de enero de 2022

Entrevista capotiana a Antonio Gálvez Alcaide

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Antonio Gálvez Alcaide.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Mi casa, que está repleta de libros y cine (muchos de los libros están esperando todavía su primera oportunidad).

¿Prefiere los animales a la gente? Ni a los animales ni a la gente. Son tan parecidos…

¿Es usted cruel? Ni un gramo.

¿Tiene muchos amigos? No.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Ninguna.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Ninguna decepción (resultado de aplicar la estadística en un conjunto vacío).

¿Es usted una persona sincera? Demasiado sincera (no la toleran).

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Fijando la vista en las musarañas. Se descansa a más no poder.

¿Qué le da más miedo? La vida me ha llevado ya a estar de vuelta del miedo.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Escandalizar, escandalizar, no me escandaliza nada (he visto ya mucho). El verbo escandalizar se queda corto. Tendríamos que sustituirlo por el verbo sublevar. De este modo, lo único que me subleva es la maldad.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Habría sido profesor de taekwondo (apuntaba maneras de joven).

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí, frente al mar, una vez a la semana. Mucho trote, algunos estiramientos, algunos puñetazos y patadas al aire…

¿Sabe cocinar? Sí que sé. Me enseñó mi madre. Todo muy sano, muy de pueblo, muy nutritivo, muy aconsejable. De entre mis guisos, hago uno con el que, literalmente, rebaño la olla. Se trata de las habichuelas con arroz. Obviamente, de este guiso no queda ni un grano.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Elegiría a Marilyn Monroe (mi novia Mari, como la llamo en la intimidad).

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Paz.

¿Y la más peligrosa? Maldad.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? A tanto no han llegado mis pasiones.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Un país de política caricaturesca, como el que tenemos, no me dejar tener tendencias políticas serias.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un hombre que pudiera volar sin hacer el más mínimo esfuerzo.

¿Cuáles son sus vicios principales? Solo hay uno: celebrar con langostinos las excelentes noticias personales.

¿Y sus virtudes? Solo hay una: la paciencia.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? La imagen de la resignación que, como puede imaginarse, es la de una persona con la cabeza gacha moviendo la mano a modo de despedida.

T. M.