jueves, 7 de abril de 2022

Entrevista capotiana a Fermín Goñi

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Fermín Goñi.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La isla de Culebra, en Puerto Rico.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a mi perro, un Alaskan Malamute que lleva casi once años viviendo con nosotros, que a cualquier persona. Los perros son los más leales y fieles compañeros.

¿Es usted cruel? No. En ninguna circunstancia, además.

¿Tiene muchos amigos? Algunos. Muchos, no. Pero sí que conozco a muchas personas que dicen ser mis amigas.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que se comporten como tales en todo tipo de situaciones.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Por supuesto. Como casi todas las personas, en ocasiones. Es consustancial al ser humano.

¿Es usted una persona sincera? Sí.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? En cuatro “ocupaciones”: andar en moto, bucear, dedicarme a la jardinería y leer.

¿Qué le da más miedo? Pensar en que puedo morirme con sufrimiento. Algo que ya vi en mis padres.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La hipocresía.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Hubiera sido jardinero.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Practico submarinismo, ando en moto, camino muchísimo, todo lo que puedo. Sueño que vuelvo a esquiar y jugar a pelota vasca, pero una lesión en las vértebras lumbares me lo impide.

¿Sabe cocinar? Por supuesto. La duda ofende.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Al general Francisco de Miranda, que tuvo una  vida fuera de lo normal.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Vida.

¿Y la más peligrosa? Fanatismo.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Todavía no he tenido esa tentación. Y si la tuviera, que me parece imposible, sería incapaz. Además, tarde o temprano, la muerte nos llega a todos.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Me interesa la res pública. La partitocracia me espanta. Creo —pura ingenuidad— en la socialdemocracia europea.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Arquitecto de sueños.

¿Cuáles son sus vicios principales? El único vicio confesable se llama txantxigorri. Pero tiene mucha grasa y dispara el colesterol.

¿Y sus virtudes? Pocas. Soy un ciudadano normal que trata de ser sincero, ayudar en lo posible y hacer el bien (o no hacer daño a nadie). Si la imaginación es virtuosa… entonces, si: tengo esa virtud.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Una sola: me muero. Me suele pasar ocasionalmente cuando buceo a cierta profundidad y asumo que un fallo en el regulador me ahogaría en segundos.

T. M.