domingo, 29 de mayo de 2022

Entrevista capotiana a Victoria Vílchez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Victoria Vílchez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Creo que me quedaría con El Médano, en el sur de Tenerife. Es el pueblo en el que veraneaba con mis padres y, más tarde, también se convirtió en mi lugar de residencia durante unos años. Ahora que vivo en Madrid echo de menos el mar, la tranquilidad, el clima… Es un pequeño paraíso y, de tener que elegir, creo que ese sería mi destino.

¿Prefiere los animales a la gente? Depende del día y de las personas con las que me encuentre, pero tengo que decir que a veces mis dos gatas me parecen la mejor de las compañías.

¿Es usted cruel? Yo diría que no; es más, normalmente tiendo a ponerme mucho en el lugar de los demás y a veces se me olvida un poco cuidar de mí misma. Con lo que tiendo a ser más cruel conmigo misma que con el resto.

¿Tiene muchos amigos? Pocos, pero bien escogidos. Creo que según he ido madurando he aprendido a elegir a quién tener a mi lado.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sean sinceros y leales, y que me aporten cosas positivas; creo que, como he dicho antes, también la edad me ha enseñado a alejarme de esas amistades tóxicas que tanto daño nos hacen a veces.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Todos decepcionamos a alguien alguna vez. Lo importante es reconocer si esa decepción proviene de una mal gesto del amigo o bien de nuestras propias expectativas. En mi caso, suelo ser de perdón fácil hasta que alcanzo mi límite; una vez que lo he traspasado es difícil que vuelva a recuperar la confianza.

¿Es usted una persona sincera? Trato de serlo. No me gustan los engaños ni las dobleces, y mentir siempre se me ha dado fatal. Soy de esas personas a las que todo se le refleja en la expresión.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo o con mi hija. Me encanta ir a la playa, aunque ahora en Madrid no tengo esa opción, pero me escapo siempre que puedo (que suele ser bastante menos de lo que me gustaría).

¿Qué le da más miedo? Que mi hija sufra y no ser capaz de ayudarla.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? A menudo, algunos titulares de prensa o comentarios en los medios que se publican o se dicen como verdades absolutas. Y también que en pleno siglo XXI todavía haya tantas personas que no puedan ser como son e ir sin miedo por la calle por pertenecer a una determinada raza, género, orientación sexual, etc.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Pues supongo que hubiera ejercido de bióloga, algo que nunca llegué a hacer después de terminar la carrera. La biología marina siempre ha sido mi otra pasión.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Caminar, y casi por obligación. Siempre me digo que tengo que hacer más ejercicio, pero nunca encuentro el momento.

¿Sabe cocinar? Me defiendo. No soy una gran cocinera y, la mayor parte del tiempo, no es algo que me apasione. Algunos días sí que me levanto con ganas de preparar algo especial y entonces sí que lo disfruto. Pero cocinar a diario es más una necesidad que otra cosa.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Sería muy difícil elegir. Contemporáneas, a algunas de mis autoras favoritas. O bien a Jane Austen.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Yo diría que “vida”. Al final, estar vivo nos brinda una nueva oportunidad a diario que podríamos traducir como esperanza; esperanza para cambiar las cosas o para disfrutarlas, para levantarnos tras una caída, para amar, sentir, emocionarnos…
¿Y la más peligrosa? Odio.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Literalmente, no. Supongo que todos sentimos ese deseo a veces o incluso lo expresamos en voz alta, pero desearlo de verdad… No, creo que nunca he llegado a ese extremo.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? La política debería estar siempre al servicio del pueblo y, sobre todo, ser un instrumento de ayuda para los que más lo necesitan; los más desfavorecidos siempre estarán en desventaja frente a aquellos que tienen más medios y poder. Sinceramente, me da la sensación de que es muy difícil encontrar hoy en día un partido que pelee de verdad por mejorar las cosas y no se mueva en su mayoría por intereses personales. A veces siento vergüenza ajena cuando veo cómo parecen más preocupados por insultarse y descalificar al contrario que por las cosas que realmente deberían importarles y para las que se supone que les pagamos.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me gusta lo que soy, aunque me hubiera gustado también poder trabajar como bióloga marina, hacer trabajo de campo. Pero supongo que, de ser así, también seguiría escribiendo.

¿Cuáles son sus vicios principales? Por desgracia, fumar, aunque llevo ya unos años diciendo que voy a dejarlo. Después de eso, creo que el café, no funciono sin él, y los libros, aunque este último es un vicio bienvenido.

¿Y sus virtudes? No estoy segura de poder decírtelas yo, habría que preguntarles a mis amigos y familiares.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Las imágenes de las personas que son importantes para mí y los momentos que he compartido con ellos.

T. M.