miércoles, 18 de mayo de 2022

La lluvia que altera la vida


Han pasado diez años desde que nos dejó un autor muy poco conocido pero que, a tenor de esta pequeña obra, realmente fue alguien talentoso: Nicola Pugliese (Milán, 1944-Avella, 2012). Lo curioso es que su única novela, de apenas ciento cincuenta páginas, Aguamala, se publicó en 1977 con una notable aceptación, y sin embargo, al parecer, el propio autor rechazó que el libro se reimprimiera hasta después de su muerte. El texto había tenido un padrino de excepción, pues lo había recomendado publicarlo Italo Calvino, por entonces asesor de la editorial Einaudi; aunque también se rumorea que Pugliese no pidió de la mejor manera al editor una nueva reimpresión, o quizá no estuvo de acuerdo con aplicar unos cambios en las páginas que se le sugerían, y la novela quedó bloqueada cuando se agotó la primera edición.

En cualquier caso, Calvino no se equivocó al apostar por él: Malacqua (su título original italiano), y en efecto, en el año 2013, una vez muerto Pugliese, pudo ver ese relato de nuevo la luz gracias a su hermano Armando. Desde ese momento, la novela fue adquiriendo otra vez notoriedad, disfrutó de una adaptación teatral, de un documental de Giuseppe Pesce, Tutto il resto è Malacqua: la versione di Nick Pugliese, que incluyó una larga entrevista con el escritor, y empezó a traducirse a otras lenguas. Se trata de una suerte de crónica de los cuatro días que dura una lluvia persistente y destructiva en la ciudad de Nápoles, lo cual provoca no solo derrumbes de edificios y deslizamientos de suelos que hace que los coches desaparezcan bajo tierra, sino convulsiones interiores en el alma de los diversos personajes, cuya vida e incluso su visión de la vida queda por completo alterada.

Y no obstante, lo que les ocurre a los ciudadanos que han de convivir con las calles anegadas de agua, esperando que cese de llover, es secundario frente al protagonismo de la propia “agua mala”: “La espera se convertía en una enfermedad agotadora, galopante, que aferraba la garganta y apretaba, apretaba. Te venía a las mientes que tal vez no estuvieras muerto, pero que ya no vivirías, al menos no como antes”, se lee al inicio del “Segundo día”. Así las cosas, lo fantástico es cómo Pugliese corporeiza la lluvia, describiendo sus efectos y acciones.

No exenta de humor pese a presentar un fresco social marcado por el drama, la novela sigue los pasos sobre todo de Carlo Andreoli, periodista napolitano que observa su ciudad inundada y se cuestiona qué será de ese lugar, que ya le despierta sentimientos de rechazo que en realidad se habían gestado en el pasado. Tal vez similares a los que tuvo el propio Pugliese, redactor de sucesos en la prensa de Nápoles, un empleo que le disgustaba profundamente, como se aprecia en el documental referido, al tener que encargarse de mil y un asuntos que no le atraían lo más mínimo. Y en cambio, apenas usó el autor la literatura para desquitarse de esa sensación, pues no publicó nada más, inspirando a la vez que ahora sea visto como un escritor de culto, creador de una sola obra excelente y realmente originalísima.

Publicado en Cultura/s, 14-V-2022