domingo, 19 de junio de 2022

Entrevista capotiana a Reyes Aguilar Caro


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Reyes Aguilar Caro.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Sevilla, intramuros. Vulgo de la Macarena, San Luis y Santa Catalina, en una azotea, rodeada de unos pocos pero doctos, libros juntos, que diría Quevedo.

¿Prefiere los animales a la gente? No, en absoluto. Prefiero vivir, hablar y tratar con humanos, soy poco aficionada a los animales aunque amo los gorriones y tengo un bodeguero ratonero que es la alegría de mi vida, y que a veces, me hace dudar al pensar que quizás, sea humano.

¿Es usted cruel? La crueldad es algo terrible, espero no haberlo sido nunca ni involuntariamente.

¿Tiene muchos amigos? No, tengo muchos conocidos. Mis amigos de verdad, caben en un taxi.

Qué cualidades busca en sus amigos? Que estén cuando se les necesita y no estén cuando no tienen que estar.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Ningún amigo me ha decepcionado, alguna decepción me he llevado, pero de gente que no merece la pena y que de las cuales, ni me acuerdo

¿Es usted una persona sincera? De vez en cuando meto un rollo, son necesarios para el devenir de la vida. La sinceridad severa y dolorosa, no la practico, suelo ser diplomática, un eufemismo necesario.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me gusta disfrutar de la vida desde la barra de un bar. Observo, leo, escribo y disfruto de mi bicicleta, del carril bici de mi ciudad y su maravillosa temperatura.

¿Qué le da más miedo? La enfermedad en los que quiero, y envejecer siendo dependiente.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La ignorancia autoimpuesta.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Habría sido ceramista o dibujante o arquitecta.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Voy en bicicleta a todos sitios, como medio de transporte y como placer, me ayuda a pensar y a sentirme bien por dentro.

¿Sabe cocinar? Sí, y bastante bien, tengo una familia  de excelentes cocineras y una madre que hace el arroz con leche como nadie, de aquí y de allá, he acabado guisando como ellas. Comer es de los mejores placeres de la vida.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Antonio Machado.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Entusiasmo.

¿Y la más peligrosa? El atrevimiento de la ignorancia.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, pero reconozco que no lamentaría la muerte de esa gente que ha provocado daño.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Izquierda.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Una Buendía, de Cien Años de Soledad, o la mujer que yo quiero, de Serrat.

¿Cuáles son sus vicios principales? La puntualidad y la impaciencia, una copa o dos de vino por la noche y el chocolate.

¿Y sus virtudes? La optimización del tiempo, mi memoria y mi tesón. También soy muy alegre.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Me acordaría del día de mi Comunión, el más terrible de todos, como la pesadilla eterna y en contraposición, vería a mis hijos y oiría las voces de la gente que quiero.

T. M.