miércoles, 27 de julio de 2022

La aridez del desierto hecha literatura



Hay viajeros escritores que son de otra pasta, que no les importa ir un paso más allá de lo que implica abordar un territorio con experiencias a ras de suelo extremas. Recientemente, la noruega Erika Fatland dedicó dos libros a recorridos tan increíbles como arriesgados, a través de catorce países que hacen frontera con Rusia, tras atravesar las cinco ex repúblicas soviéticas, con sociedades que parecen vivir en un mundo antiguo. Por su parte, Barry López, en «Sueños árticos. Un mundo fascinante, peligroso y casi desconocido», contó cómo fue conocer el Ártico desde el estrecho de Bering hasta el de Davis, contemplando un sinfín de hallazgos curiosos en torno a masas de hielo o esquimales.

Pues bien, William Atkins (1976) es de ese tipo de autores que iluminan con lenguaje parajes recónditos, en esta ocasión con “El mundo inconmensurable”, título de lo más acertado al penetrar en todo tipo de desiertos, que tanto juego han dado en el arte o el cine. El autor se propuso el tremendo reto de recorrer los cinco continentes para pisar ocho grandes desiertos: en Arabia Saudí, Australia, Kazajistán… Y ahora, vemos, de forma fascinante, el paisaje, y con ello la historia o la topografía, de parajes como el desierto de Sonora, en Estados Unidos, o el desierto de Omán, que llaman “cuarto vacío”; en suma, sitios caracterizados, sobre todo, por la ausencia casi total de vida humana o de otra clase.

Atkins, de forma tan erudita como amena, nos habla del pasado de esos lares, cuando una vez fueron lagos o incluso mares, miles y miles de años atrás (lo cual se sabe por el hallazgo en diversas dunas de fósiles de crustáceos). “Era la noche de la luna de sangre”, empieza escribiendo el periodista, rememorando un viaje oriental, y enseguida habla de que “la principal característica de la noche en el desierto no era la oscuridad, sino esa luz que no era la del sol”. Y ahí tenemos lo mejor de este trabajo extraordinario: la capacidad de observación y descripción del hombre que vemos de repente en una cabaña en Arizona, intentando evitar las lagartijas o los escorpiones, oyendo los aullidos de los coyotes.

Publicado en La Razón, 9-VI-2022