Un fenomenal trabajo este de Abraham Riesman, en lo que es su primer libro, una investigación sobre las sombras y luces de un Stan Lee que aparece aquí tanto como un embustero como un hombre confiado, como un marido y padre entregado tanto como un ser egoísta y desmedidamente ambicioso. “Verdadero creyente” (traducción de José María Méndez) remite a la expresión que usaba el biografiado para dirigirse a sus seguidores: «pero en lo que a su propia leyenda se refiere quizás su mayor creyente fuera él mismo», apunta Riesman, que afirma que su constante entrega a la autopromoción acabaría siendo su condena.
El autor recorre la vida de Lee desde sus ascendentes rumanos hasta los últimos homenajes que recibió, en Hollywood y Nueva York, en los que destacaron tanto los miles de admiradores que idolatraban al artista como la ausencia de miembros de su círculo íntimo. Y es que Riesman no tarda nada en penetrar en los aspectos más controvertidos de Lee, en torno a cómo ninguneó a su hermano dibujante, Larry, o sobre cómo mintió acerca de sus supuestos logros. De hecho, «sostenía haber creado el Universo Marvel», pero lo cierto es que lo hizo en 1961 junto con otro guionista y dibujante, Jack Kirby, con la creación del tebeo de superhéroes “Los Cuatro Fantásticos”, que «supuso un punto de inflexión en la cultura popular universal, teniendo en cuenta que su éxito condujo a toda una avalancha de revolucionarios cómics de superhéroes humanistas».
Empezaba una andadura que acabaría rebautizándose con el nombre de Marvel Comics y que iba a acoger a Spiderman, Iron Man, el Increíble Hulk o Pantera Negra. Pero ¿quién era el creador real de todos estos personajes? Lee se atribuyó tal cosa, pero parece claro que surgieron «de la mente y la pluma de Kirby, que se pasó buena parte de su vida odiando a Stan por lo que él consideraba una descarada apropiación del mérito». En todo caso, su gran don para venderse le hizo alcanzar gloria, fama y dinero, pese a que su camino para hacerlo fuera, según Riesman, el nepotismo, los atajos, la falsedad y el hurto.
Publicado en La Razón, 16-VII-2022