En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Gisela Pou.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Mi casa es mi refugio, donde encuentro la tranquilidad que necesito. Es una casa
antigua, con mucha vida y muchas
historias, con quince árboles que me
muestran el paso de las estaciones, las flores violeta de la glicina anuncian
la primavera, las hojas rojas del caqui me dicen que llega el otoño, los
limoneros siempre andan llenos de frutos. El tejo que he visto crecer me saluda
cada mañana, la magnolia que plantamos al nacer mi hija nos regala el aroma de
sus flores. Mi casa es mi hogar, donde están las personas que más quiero, ¡que
más puedo pedir!
¿Prefiere los animales a la gente? Me
encantan los animales, comparto mi vida con una gata, catorce peces y dos
tortugas, no tengo perro porque necesita unos cuidados que no le puedo ofrecer.
Soy sociable y me gusta la gente, las pocas veces que me tropiezo con alguien poco amable o incluso
desagradable, pienso que su comportamiento, o su mal carácter, se debe a
carencias, problemas que es incapaz de gestionar.
No puedo elegir.
¿Es usted cruel? En absoluto. La
crueldad es la violencia por la violencia y la violencia me horroriza. La
crueldad es el fracaso de la ternura y el amor, y el amor es el motor de mi
vida.
¿Tiene muchos amigos? Mis amigos
son mi tesoro más preciado, algunos de toda la vida, otros más recientes. Saber
que ellos están llena mi vida de serenidad.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Aprecio la
sinceridad, la comprensión, el amor, que sepan escuchar y que me aconsejen sin
juzgar. Yo procuro ofrecerles lo mismo a ellos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? El paso
del tiempo hace que te quedes con los mejores amigos y esos nunca decepcionan.
¿Es usted una persona sincera? Lo soy,
especialmente conmigo misma, diría que soy mi peor enemiga, pero serlo me ha
regalado una fortaleza que no tendría de no haberlo sido.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leer,
pasear, ir de excursión, al cine, viajar, pero lo mejor de todo son esas tertulias
con amigos que se alargan desde el mediodía hasta bien entrada la noche.
¿Qué le da más miedo? El miedo y
el dolor.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? La mentira, la desfachatez de aquellos que mienten sin
ningún rubor. Mentiras que utilizan en
beneficio propio, eso más que escandalizarme me indigna.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? De hecho, nunca he decidido
ser escritora, me gustaba leer y empecé
a escribir para escaparme de una única vida y poder vivir muchas otras vidas. Fui
profesora algunos años y me encantaba.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Ando una
hora cada día, los fines de semana un poco más y también voy a clases de
Pilates.
¿Sabe cocinar? Mi pareja es un excelente cocinero y la cocina
se la dejo a él. Yo voy justilla en el tema. Mi cocina es de subsistencia, poco
más.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Les diría que se lo encargasen a otro, hay demasiados
personajes inolvidables como para escoger a uno solo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amor.
¿Y la más peligrosa? Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? ¡Qué
horror! ¡No!
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Aquellas que son
honradas y ponen por delante el bien común.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un tejo
con raíces infinitas.
¿Cuáles son sus vicios principales? Más que vicio, diría
defecto: el control. Con el tiempo voy mejorando, pero me queda trabajo por
hacer.
¿Y sus virtudes? La persistencia. Y
quiero creer que también la honradez
conmigo misma.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Cuando me
ahogue quizás lo descubra... Por el momento, sin agua a la vista, creo que pensaría que la vida ha sido generosa conmigo:
una pareja maravillosa, una hija estupenda, unos amigos impagables... Y dejaría
que el agua me engullera sin ofrecer resistencia. Al fin y al cabo todos vamos
a morir, mejor que estemos preparados para cuando llegue el momento.
T. M.