martes, 28 de mayo de 2024

Entrevista capotiana a Enrique Jordán

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Enrique Jordán.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Alejado de la civilización, en una casita a orillas de un lago. Hamaca en el porche, cero cobertura y libro en mano.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero la lealtad de los animales, si sirve como respuesta.

¿Es usted cruel? Si es utilizada para defender a mi entorno más cercano, es completamente loable dentro de los límites de mi conciencia.

¿Tiene muchos amigos? Quien diga que los tiene o es un hipócrita redomado o un paupérrimo soñador.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Lealtad como bandera.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Si la decepción viene por esperar que los demás actúen como tú esperas que actúen, estás completamente errado.

¿Es usted una persona sincera? Me podría catalogar como tal.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Haciendo deporte, viendo alguna película o sumergiéndome con un buen libro.

¿Qué le da más miedo? Envejecer añorando la juventud. No saber acostumbrarme a las ruinas de uno mismo.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La apología a la estupidez y a la incultura.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Uno no elige lo que es. No concebiría mi vida sin crear, cualquier que fuese su formato y contenido.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí, entrenamiento con pesas y senderismo.

¿Sabe cocinar? Lo necesario para sobrevivir o para que no se pegue la comida en la sartén.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Sylvanus Morley, arqueólogo estadounidense que inspiró al padre de las películas de aventuras: Indiana Jones. Y no sólo fue arqueólogo, también ejerció de espía en la 1º guerra mundial.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? ¡ILUSIÓN! Así, como si gritara.

¿Y la más peligrosa? Guerra.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Eso tendría que preguntárselo a Gabriel Da Silva, un cazarrecompensas que se coló en mi novela El acertijo de Ofir.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Aborrezco hablar de política.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Cualquier tipo de ave.

¿Cuáles son sus vicios principales? La pizza.

¿Y sus virtudes? La fidelidad y la empatía.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mi infancia junto a mis padres en la playa. Las navidades en casa de los abuelos. Los veranos interminables de mi adolescencia.

T. M.