En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Víctor Almazán.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Cualquier lugar
insonorizado me valdría (odio tener que dormir con tapones en el Madrid
gentrificado). Si la pregunta se refiere a un lugar emocional, nunca sería la
infancia (solitaria, de hijo único); aunque quizás sí el período de 9 meses
pasados en el vientre materno. Pero si finalmente hablamos de un lugar físico,
me quedaría en Zarzahuriel (población 0/1), el pueblo de la novela Los Asquerosos, de Roberto Santiago
(o en su defecto en cualquier pueblo del Alto Tajo vaciado de agua y de gente).
¿Prefiere los animales a la gente? Siempre. El problema es que tarde o temprano, el perro/koala/loro/burro
se parece al amo. En ese supuesto, me resulta tan insoportable la gente como la
mascota. Y viceversa.
¿Es usted cruel? Para
nada. A nivel histórico disfruto y promuevo sadismos sociosanitarios como la
guillotina. Pero no conozco mejor persona que yo, la verdad.
¿Tiene muchos amigos? Sé que los tengo, pero últimamente no sé dónde los he puesto.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Ninguna. Que sepan cómo soy y que eso me permita mostrarme sin disfraces.
Bueno, y que no voten a Vox.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Mis amigos no. Los aspirantes a amigos, muchas veces.
¿Es usted una persona sincera? Mentiría si dijera que no.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Con un pack: lectura, caminata, película, caminata.
¿Qué le da más miedo? La indiferencia. La falta de compromiso. La dejadez.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? La falta de espíritu crítico, la
mentalidad pequeño-burguesa, el enseñoreamiento de la ignorancia.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Habría
grabado las más de doscientas canciones que compuse entre los 20 y los 27 años
y luego me habría suicidado para entrar en el ilustre club de los 27: Amy,
Kurt, Hendrix, Brian, Janis, Jim y yo. Eso o trabajar en un bar, quizás en el
que trabajé durante los cinco años de carrera en la facultad de Ciencias de la
Información, o en cualquier otro, da igual.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Senderismo urbano (asfaltismo) a diario. Y gimnasia ocasional. Lejos
quedaron los tiempos en los que mi bíceps en contracción llegó a medir 100
centímetros de diámetro.
¿Sabe cocinar? Siempre
digo que sí porque soy un gran teórico de la cocina (mi madre se dedicaba a
cocinar; mi pareja es una maestra). Pero nunca diría que sí a participar en Masterchef,
por ejemplo, pues podría demostrar que, en teoría, soy un fraude, un cocinillas
de chichinabo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A María Pachecho, la comunera de Toledo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Libertad.
¿Y la más peligrosa? Libertad. Cuando se usa como bandera del mercantilismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, claro. Hoy mismo. Odio a los vecinos que no dejan de arrastrar los
muebles hasta las dos de la mañana. Quiero matarlos. Espero que con mi próxima
mudanza se aplaquen estas ganas descontroladas de matar.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Al igual que exijo que mis amigos no sean votantes de Vox, yo también me
lo exijo para poder mirarme al espejo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Guapo. Guapo de romper. De metro noventa, pelazo y abdominales inflados a
fuelle como con un enema.
¿Cuáles son sus vicios principales? Mis lectores los conocen bien, pues tengo cuenta en OnlyFans:
@doctorzinabo27. Aparte de eso, un vino de Toro o de la Mancha el fin de
semana.
¿Y sus virtudes? Metódico.
No metodista. Metódico.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Ya me ha sucedido. No hace mucho estuve a punto de morir ahogado en mi
propio vómito (como todos esos ilustres del club de los 27), por culpa de una
maldita hernia de hiato (tiene narices que la hernia de un escritor sea la de
hiato). Y lo que me pasó por la cabeza fue la última novela que estoy escribiendo;
me daba rabia morir sin terminarla. No me acordé de mi madre ni de mis gatos ni
de nadie: lo que pasó por mi cabeza fue eso, que no la iba a terminar nunca y
que el último año de mi vida no habría tenido sentido.
T. M.