domingo, 29 de septiembre de 2024

Entrevista capotiana a Amelia Serraller

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Amelia Serraller.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una casa con terraza en una ciudad con mar. San Sebastián por ejemplo. A falta de conocer Cartagena de Indias, Tarragona o la Riviera maya tampoco me parecen mal.

¿Prefiere los animales a la gente? Según quién. ;)

¿Es usted cruel? Sé que me quita interés, pero no lo creo.

¿Tiene muchos amigos? Sí y no. Soy muy sociable, pero la palabra “amigo” implica mucho.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Sentido del humor, lealtad y autenticidad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? A veces, porque tiendo a idealizar los afectos. Aunque la decepción normalmente implica cambiarles a la categoría de “conocidos”.

¿Es usted una persona sincera? En ocasiones, demasiado.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Con buena música, cine, literatura y personas afines.

¿Qué le da más miedo? La muerte de un ser querido, las baladas cursi-románticas y el alzheimer.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Los despidos improcedentes, los abusos, los genocidios y los muros de la vergüenza. Y ahora mismo, que el saber y la literatura estén siendo suplantados por la inteligencia artificial (que en sí no es buena ni mala).

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Habría luchado por ser guitarrista y acabado probablemente como secretaria.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Nadar y pasear.

¿Sabe cocinar? Sí, fundamentalmente cocina española, aunque incorporando picante y platos mexicanos y eslavos. 

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A mi abuelo Juan Calvo Izquierdo, que vivió varias vidas y dos guerras con lucidez, empatía y responsabilidad. Aunque tuvo que dejar la secundaria para trabajar en la mina, era un hombre muy leído y que dejó huella en mucha gente, incluidos varios bisnietos. ¿Y lo mejor? Que nunca se dio importancia. 

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Ternura.

¿Y la más peligrosa? Amor y democracia, porque se usa y abusa de ellas para justificar el narcisismo y la tiranía.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Cuando enciendo la tele.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Progresistas, pero con matices.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Cantante y bailaora.

¿Cuáles son sus vicios principales? Dormir, leer y comer bien. Ser protectora con mis allegados.

¿Y sus virtudes? Generosidad, buen oído e insobornabilidad. Además, soy original, genuina y, como se puede ver, tengo un humor particular. ¡Ah! Ser protectora con mis allegados (porque es un vicio y una virtud a la vez).

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mis seres queridos, mis guitarras, los pequeños grandes momentos y un barquito velero con socorrista.

T. M.