sábado, 26 de octubre de 2024

Entrevista capotiana a Gervasio Iglesias

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Gervasio Iglesias.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? El interior de mi cerebro, estar dentro de cualquier cerebro de un sapiens debe ser como estar en todos los sitios y tiempos a la vez. Somos lo que nuestra imaginación proyecta que somos y en ese sentido nos hemos constituido como la única especie en este planeta que tiene la capacidad de imaginarios colectivos.

¿Prefiere los animales a la gente? Todos somos especies que venimos de un tronco común, seguramente unas ciano bacterias que comenzaron a multiplicarse hace unos 3500 millones de años y que comenzaron a cambiar nuestro entorno hace algo así como 2700 millones de años. En ese sentido no hay diferencia sustancial entre nuestra especie y las otras, salvo lo que he comentado en la pregunta anterior, que no es poco. Ahora bien, no me veo tomando una cerveza con una cucaracha, ni charlando sobre Simone de Beauvoir con una jirafa o escuchando música con un cocodrilo por mucho que compartamos parte de nuestro cerebro reptiliano con ellos.

¿Es usted cruel? No en general, aunque supongo que alguna vez ciertas circunstancias me hayan llevado a actuar con el cuchillo entre los dientes. Y eso, cuando ha sucedido, me ha hecho sentirme sucio. Pero no le deseo el mal a nadie y sufro cuando veo sufrimiento en los demás. Me gustaría tener un poder mágico para hacer desaparecer el dolor del mundo.

¿Tiene muchos amigos? El día de mi funeral quiero que sea una gran fiesta. Espero que vengan muchos invitados. Y que suene “Tres pasos hacia el cielo” de Silvio Fernández Melgarejo. Que reine la alegría.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sean más inteligentes que yo y pueda aprender de ellos.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No porque nunca les pido nada. Y si son mis amigos de verdad, los del círculo más cercano, jamás los voy a juzgar por nada. Todo lo que hacen me parece siempre bien.

¿Es usted una persona sincera? Cada vez más. Nunca me ha salido mentir. Aunque alguna vez me han pasado cosas tan fuera de lo común que la gente no ha creído que fueran ciertas. Así que esas se quedan para mí solo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Tuve una época en mi vida, casi quince años, de actividad muy intensa. Fue la época álgida de productor de cine. Cuando decidí que ya era hora de levantar el pie del acelerador me di cuenta de que lo primero que necesitaba era reaprender a perder el tiempo. Y poco a poco lo voy consiguiendo.

¿Qué le da más miedo? No hay nada que me dé un miedo especial. Igual soy demasiado inconsciente. Puede que por eso alguna que otra vez me haya tirado a charcos en los que casi me ahogo. Pero sigo vivo.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Como dijo Pasolini, sólo se escandalizan los moralistas. Y yo no soy nada moralista, no juzgo nunca a nadie. Eso, en mi obra, creo que también queda reflejado. Me sobrepasan las gentes que están todo el día emitiendo juicios morales sobre lo que está bien y lo que no. Porque además esa moralidad responde a un esquema de sociedad en la que no creo.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Mi carrera profesional está ligada con el cine y el audiovisual en general y en ello sigo. Pero cada vez con más ganas de escribir. Tengo una novela en el cajón casi escrita, que es una historia de amor frustrado que me gusta mucho, aunque no sé si algún día intentaré publicarla, que vea la luz. Acabo de empezar a escribir una historia de ciencia ficción que me está apasionando y que me llevará de cuatro a cinco años acabarla.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí. Corro y cuando puedo quedo con los amigos para jugar al fútbol. Siempre de portero.

¿Sabe cocinar? Me defiendo como gato panza arriba. Las cosas más básicas las cocino de forma académica, léase un buen pescado o una tortilla y las otras me las invento según voy oliendo lo que meto en la olla o en el horno.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Ahora mismo puede que sobre Jesús de Nazaret porque tengo una teoría bastante curiosa de quién pudo ser realmente como figura política, muy alejada de las versiones oficiales, de la divinidad y muy apegada a la tierra. Pero esto sería por dar una visión diferente de ese personaje. Ahora bien, un personaje que siempre me ha atraído mucho es Epicuro, el filósofo presocrático. Y Stephen Hawking.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? VIDA.

¿Y la más peligrosa? Enemigo.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, pero si alguien le hiciera algo malo a mi hijo lo mataría. Sin duda y a sangre fría.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? No tengo tendencias políticas porque la política es algo que siempre se basa en el corto plazo y a mí lo que mejor se me da es el medio y largo plazo. Además no me gusta nada el lodazal en el que se desenvuelven los políticos con el único objetivo de alcanzar el poder. Desde esa perspectiva lo que si le puedo asegurar es que siempre apuesto por el progreso y la evolución de nuestras costumbres y usos sociales hacia la mayor libertad posible. Ojo, no económica, no confundir con mensajes liberales, sino en el máximo respeto hacia los demás y que cada uno se puede mostrar tal cual se siente y que nadie sea explotado por nadie.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? A mí lo que me gustaría es volver a nacer pero conservando todo el conocimiento que he acumulado en los años de vida que llevo. Y así hasta el infinito. No tengo ninguna gana ni pretensión de abandonar este mundo. Pero ese anhelo por el momento parece complicado de conseguir.

¿Cuáles son sus vicios principales? La definición de vicio de nuestro diccionario es: “Inclinación de una persona a realizar actos contrarios a la moral establecida”. En ese sentido los tengo todos. La moral, en todas las épocas, constituida de la forma que sea, siempre me ha parecido el epicentro de la hipocresía.

¿Y sus virtudes? El diccionario dice que la virtud es “Actividad o fuerza de las cosas para producir o causar sus efectos”. En ese sentido creo que algo que siempre me ha caracterizado es el empuje que he tenido para sacar adelante determinados proyectos aunque nadie creyera en ellos.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Pues debido a mi profesión creo que sería un fundido a negro. Pero espero que con un beso de la persona que amo, como en el cine clásico.

T. M.