miércoles, 13 de noviembre de 2024

Entrevista capotiana a Rodrigo de Pablo Ortiz

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rodrigo de Pablo Ortiz.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? El corazón de un alma grande. Ese es el gran viaje, ir de la mente al corazón. Limpiarlo y quedarse en él.

¿Prefiere los animales a la gente? Todos somos animales, con atributos parecidos y un antepasado común. Ambos conocemos el dolor y el placer, aunque le demos sentidos distintos. Prefiero unos u otros dependiendo del uso que el humano haga de la razón. La gente suele tener mejor conversación, pero hay animales más humanos que mucha gente, en su mejor acepción.

¿Es usted cruel? Sí, en alguna ocasión. Sobre todo, conmigo mismo. También soy compasivo, generoso, egoísta, humilde, pretencioso, amable, ingrato, responsable, temerario, justo, arbitrario… Puedo ser todo eso y más, y trato de no perderlo de vista.

¿Tiene muchos amigos? No. Y me parece un tesoro tener tantos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Ninguna, al menos de forma premeditada. Cuando busco algo muy concreto, lo más normal es que no lo encuentre.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Nunca. Hace tiempo que practico el saludable ejercicio de no someter a nadie a mis expectativas. Es agotador.

¿Es usted una persona sincera? La sinceridad es el compromiso con la verdad, y la verdad es relativa. La subjetividad convierte la realidad en relato. Soy periodista y escribo novelas, no son la misma cosa, pero se parecen bastante. Trato de ser honesto y veraz.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Últimamente prefiero no ocuparlo. No hacer nada es hacer mucho. Ver crecer una tomatera puede resultarme más apasionante que ir al gimnasio o a un bar. Decía Jacques Prévert que nunca es tarde para no hacer nada.

¿Qué le da más miedo? El miedo. Siento no ser original. El miedo paraliza, amputa, empequeñece. La gran batalla es contra el miedo.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Algunas atrocidades. Y, sobre todo, la impunidad que muchas veces tienen quienes las ejercen. No hay más que leer los periódicos.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? En general, mi vida es mucho menos creativa de lo que quisiera. Si volviera atrás, habría dedicado más tiempo a encontrar la fórmula para extirpar al trabajo lo peor del trabajo.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Camino, y trato de darle un propósito, como un peregrino. Y siempre estoy queriendo volver al yoga, si es que el yoga puede considerarse un ejercicio físico.

¿Sabe cocinar? Cuando cocino, descubro que sé, siguiendo con más o menos disciplina las recetas. Pero practico poco.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A mi padre, ejemplo de muchas cosas. Para que, mientras lo lea, no se le olvide.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Asha. Así se llama la protagonista de “La orilla de los vivos”. En India significa esperanza. En árabe (aisha) o en suajili (ishi) se traduce como vida. En la tradición persa representa la verdad, aquello que fluye de forma adecuada.

¿Y la más peligrosa? No sé si las palabras son peligrosas. Quizá el peligro está en el uso o la interpretación que les damos. Hay que tener ojo con las maximalistas o las que imponen, limitan o victimizan, no porque sean un riesgo en sí, sino porque se prestan a que las sobemos y pervirtamos.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, literalmente. Pero igual que odiar a otro envenena a uno mismo, querer matar a alguien es suicidarse un poco. Si puedo, lo evito.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Creo en la justicia social y me espanta el capitalismo, pero eludo caer en paradigmas trasnochados. La dialéctica izquierda – derecha, salvo matices, es anacrónica. En esencia, quienes la alimentan están sujetos a las mismas lógicas de poder. Se sirven del recelo al otro para perpetuarse, pero unos y otros están vacíos de contenido. El drama es que no hemos sido capaces de armar una alternativa.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un bebé, para no saber nada aún o haberlo desaprendido todo.

¿Cuáles son sus vicios principales? Potencialmente, cualquiera. El que más he perfeccionado es el de sabotearme, pero me estoy quitando.

¿Y sus virtudes? El reverso de cada vicio o defecto. Si aprecio algo de luz es porque reconozco la oscuridad.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Me encantaría que fuera algo poético. Una bandada de pájaros surcando el cielo. La vibración del universo. El océano saliendo de una caracola. Pero, si me estoy ahogando, dudo que mi cabeza dé para tanto. 

T. M.