Toda una vida de labor filológica se concentró el año pasado en el libro «De Dante a Borges. Páginas sobre clásicos», en que José María Micó (Barcelona, 1961). Era el reflejo de la meticulosidad con la que este sabio maneja sus conocimientos de poesía y narrativa renacentista y barroca, de los clásicos españoles e italianos y su relación recíproca. Este experto en la edición de textos de Mateo Alemán, Cervantes, Góngora y Quevedo, en la traducción de poetas como Ludovico Ariosto y Ausiàs March, tan entregado a explicar y traducir la «Comedia», ahora alcanza su enésimo hito intelectual al dar un trabajo colosal, su versión de «Jerusalén liberada», de Torquato Tasso. La obra, cuyo motivo central vino inspirado por la conquista cristiana de Jerusalén durante la Primera Cruzada, vio la luz en 1581 y tuvo una trascendencia cultural absoluta para todas las artes desde ese momento.
La clave en este caso para introducirnos en la lectura del poema nos la da Micó, en una introducción en que se asoman grandes autores europeos que veneraron a Tasso, el autor loco, melancólico, que concibió esta epopeya que le llevó escribir la vida entera. El autor italiano poetiza en octavas, por ejemplo, la hazaña de la conquista de Jerusalén por las tropas cristianas lideradas por Godofredo de Bullón en 1099. Se trata en definitiva de una obra en marcha, creada en distintos periodos y siempre pendiente de posibles censuras inquisitoriales por sus detalles sensuales.
Esto tuvo consecuencias, pues «Tasso entró en una fase de autocensura, de crisis neuróticas y de peregrinaje por otras ciudades en busca de protección», como apunta el traductor; todo lo cual no impidió que al poeta se le encerrara en una celda del hospital de Santa Ana de 1579 a 1586, mientras su libro, ya publicado, se iba haciendo célebre. Tasso, desde un acontecimiento real, había inventado fábulas con las que embellecer el relato, donde no falta lo mágico y épico, por supuesto, buscando «hacer compatibles la invención poética y la fe religiosa», prosigue el traductor, que alude al hecho de que Tasso definía tal cosa como «lo maravilloso cristiano».
Publicado en La Razón, 16-XI-2024