El año pasado Almuzara publicaba “Edgar Allan Poe. La biografía definitiva del maestro del terror”, de Eduardo Caamaño, que iluminaba con multitud de detalles esta vida llena de altibajos, de un fuerte adicción al alcohol, de un temperamento sensible que llevó al autor a interesarse por el arte, el periodismo o la literatura francesa, al tiempo que sufría accesos de melancolía y un comportamiento rebelde que le llevó a cierto aislamiento. Sin embargo, ahora podemos añadir otro elemento en torno al considerado fundador del género detectivesco gracias a «La razón de la oscuridad de la noche» (traducción de Damià Alou), de John Tresch (1972). Este profesor de Historia del Arte, Ciencia y Cultura Popular en la Universidad de Londres es un especialista en estudiar la ciencia y la tecnología, como demostró en su primer libro, en que exploraba este asunto en la época romántica posnapoleónica. Ahora, da un salto a los Estados Unidos para comprender cómo este país evolucionó científicamente en paralelo al interés –o incomprensión, a veces– que mostró Poe al respecto.
Muy significativamente, el libro empieza aludiendo a una conferencia que dio el poeta y narrador en 1848, en Nueva York, titulada «El universo». Pero tratándose de Poe, más allá del atractivo tema de la charla, «nadie sabía qué les esperaba: ¿un cuento, un poema, una diatriba crítica? Podía hablar de cualquier cosa y de todo», afirma Tresch. La prensa de la época lo definía como un hombre de letras y de ciencias, curiosamente, cuando ya era muy conocido por su poema «El cuervo» (1845). Tresch presenta a este Poe «científico» y a la vez misterioso, del que se decía que practicaba el mesmerismo, y al escritor que preparó unos «ensayos que articulaban la “ciencia de la composición”», lo cual iba a aplicar a sus reflexiones públicas tanto como a su propia obra narrativa. Por cierto, su conferencia se publicó con el título de «Eureka. Un ensayo sobre el universo material y espiritual», y fue tal la fe que Poe tenía en hablar en público, que llegó a pensar, de forma ilusa, que «sondear los misterios del universo» le haría rico y salvaría su vida.
Publicado en La Razón, 26-X-2024