miércoles, 5 de febrero de 2025

Entrevista capotiana a Miguel Ángel Vázquez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Miguel Ángel Vázquez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Prácticamente seguro que no en un piso del centro de Madrid. Por una cuestión de fatalidad inmobiliaria y por una cuestión de salud mental. ¿Quién querría vivir  para siempre en un parque temático para turistas? Elegiría, tal vez, el planeta Tierra, que en tanto que respuesta a la pregunta puede resultar tramposo pero en tanto que realidad cósmica no deja de ser una cosa muy pequeñita y muy concreta. Una nada. Una nada hermosa. Renuncio, pues, a mis aspiraciones lunares y las aspiraciones de los turbomillonarios chiflados de llegar a Marte.

¿Prefiere los animales a la gente? Pues depende del animal y depende de la gente. ¿Prefiero un tigre furioso a un tipo muy pesado? Pues mire, no. ¿Un tigre furioso a Donald Trump? Pues mire, no sé. En cualquier caso, la gente somos animales, maldita sea. Solo somos mamíferos que nos hemos venido arriba en los últimos años de evolución con respecto a nuestros vecinos. Mamíferos de traje. Mamíferos de vacaciones en Tailandia. Mamíferos agobiados por no llegar a fin de mes. Mamíferos.

¿Es usted cruel? Solo conmigo. Ahí sí. Ahí no tengo filtro. Me despacho bien a gusto conmigo. Menudo soy yo conmigo.

¿Tiene muchos amigos? ¿Quién en su sano juicio querría tener muchos amigos? Que tremenda ansiedad lo del “yo quiero tener un millón de amigos”. En serio que la gente no piensa lo que dice. Imagine ese whatsApp. Un millón de amigos… ¿Cuántos grupos de whatsApp son eso? ¿Cuántas notas de voz, por Dios? No, no tengo muchos amigos. Tengo justo a los que quiero. Y son suficientes para llenarlo todo.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Me he dado cuenta con los años que necesito admirarles. Vivir en la tensión sana del constante hallazgo, el constante deslumbramiento, el ingenio puesto en juego. Eso y cariño, elevadas dosis de ternura. Si no, de qué.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Eso nunca es un problema de los amigos sino de las expectativas. Mis amigos, mis amigas, no me decepcionan.

¿Es usted una persona sincera? Ya se ha dicho. Soy Poeta.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Muy buena esa.

¿Qué le da más miedo? Convertirme en una persona amargada, triste y sin esperanza.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? El genocidio que el Estado de Israel está cometiendo con el pueblo palestino. Las muertes de migrantes en el Mediterráneo. El avance de la ultraderecha entre los jóvenes.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Ser carpintero. O portero de finca. O pastor protestante en una iglesia doméstica.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Tengo dos hijos de cuatro y dos años. Sí. Constantemente.

¿Sabe cocinar? Mi padre fue cocinero en una taberna durante los años de mi primera infancia. Para los parroquianos del barrio que aún viven soy “Angelito”, el hijo del tabernero, ese niño que se paseaba entre las mesas, se quedaba fascinado ante las luces del pinball y comía las rodajas de limón que le ofrecía su tío Miguel desde la barra. Desde entonces cocinar es una suerte de reencuentro con la raíz que no encuentro por ningún lado. Una vez gané a mi madre en un concurso familiar de guisos caseros. Ella dirá que no, que fue un empate. Pero.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Creo que disfrutaría mucho escribiendo sobre Paul Lafargue. Un revolucionario cubano que acaba casado con una hija de Karl Marx el cual, mientras su suegro reflexiona sobre el potencial de la clase trabajadora, escribe, publica y difunde el ‘Derecho a la pereza’. Tremendo mito. Fascinantes cenas de Nochebuena.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Hijo, hija.

¿Y la más peligrosa? Patria.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Ni a usted como entrevistador, ni a su blog, ni a mi inesperada carrera literaria nos interesa que me ponga a hablar ahora de la posible eficacia de magnicidios estratégicos por el clima ante la década decisiva para el planeta. Ecoterrorismo, dirán algunos. Resistencia frente al ecocidio, podrían decir otros. Aprovecho, eso sí, para saludar al CNI, que nos estará leyendo. Ahora pienso: si mi respuesta hubiera entrado en algún lugar común (“a un jefe que tuve”), ¿impactaría menos? ¿Sería menos grave? ¿Más “simpático”? Vidas. Al final son vidas. Con todo, igual la respuesta correcta (oportuna) (cierta) es no.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Tiendo a meterme en proyectos políticos que terminan por cortarme la cabeza.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un ave migratoria.

¿Cuáles son sus vicios principales? Divagar hasta altas horas de la madrugada y diseñar planes, ideas, proyectos que nunca llegan a ejecutarse.

¿Y sus virtudes? Divagar hasta altas horas de la madrugada y diseñar planes, ideas, proyectos que nunca llegan a ejecutarse.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Creo que me haría gracia verme tratando de derribar muros con flores.

T. M.