miércoles, 26 de marzo de 2025

Entrevista capotiana a Francine Zapater

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Francine Zapater.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Bàgneres-de-Luchon, en el sur de Francia. Mi lugar favorito en el mundo, a orillas del rio Garona, rodeada de montañas, lagos, crêpes y cabinas de teléfono antiguas donde intercambiar libros gratis. 

¿Prefiere los animales a la gente? No sé si es una cuestión de preferencia, pero me siento más cómoda acariciando a un perro que entablando una conversación con otra persona. Aunque lo disimulo bastante bien.

¿Es usted cruel? Más bien sarcástica, pero intento controlarlo porque luego me arrepiento. No me gusta hacer daño gratuito a nadie, así que suelo usar el humor para encubrir alguna que otra puñalada cargada de sarcasmo. En el plano literario sí que soy muy cruel. A veces me sorprendo a mí misma de las maldades que invento sobre el papel.

¿Tiene muchos amigos? No. Soy una antisocial extrovertida. Un concepto extraño, lo sé, pero me define bastante bien y limita mis amistades. Me relaciono alegremente con todo el mundo, aunque con muy poca gente comparto mi tiempo y mi vida. Los amigos que tengo puedo contarlos con una sola mano y me sobran dedos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? No soy buena buscando cualidades. En ocasiones he conocido a personas que no he soportado en un primer contacto y después han acabado siendo imprescindibles en mi vida. Al revés también me ha pasado. Conectar con alguien de una forma brutal y acabar en agua de borrajas.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Una vez, hace muchos años, hubo una persona que consideraba amiga, de esas que tanto me cuesta tener en mi vida, que me decepcionó. Pero como de todo se aprende, desde entonces no le pongo el letrero de amigo a cualquiera ni tengo altas expectativas en aquellos que logran ganarse ese título.

¿Es usted una persona sincera? Me gustaría decir que sí, pero miento más veces de las que voy a reconocer. Muchas otras me muerdo la legua para evitar conflictos o bien recurro al humor para enmascarar una verdad. Es posible que la sinceridad no sea tan buena como la pintan. A veces bajo esa supuesta cualidad podemos ser muy crueles con los demás.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Como buena escritora leer es una de mis aficiones favoritas, pero no la única. Me encanta ir de excursión a la montaña, jugar al Cluedo o al Monopoli con mis hijos, tomar una cerveza bien fría con mi pareja sin mirar el reloj o grabar videos de humor para TikTok.

¿Qué le da más miedo? El fracaso y la falta de control, en cualquier aspecto de mi vida. Me aterra que las cosas no salgan como yo las tengo planeadas. Es algo en lo que estoy trabajando porque siento que limita mis posibilidades. Me encantaría ser capaz de soltar y dejar que la vida me sorprenda, pero me cuesta porque tengo miedo a que eso desemboque en fracaso.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandaliza la facilidad para hacer juicios ajenos que tenemos todos los seres humanos y esa obsesión insana por imponer nuestra verdad al resto como la única posible y aceptable.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Tener una pequeña librería donde montar pequeños clubs de lectura de cuatro o cinco personas e invitar a escritores y vender sus obras como si fueran propias. De hecho, es un futuro que no lo descarto.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Una cosa que llaman “caco” y que yo no tenía ni idea de que alguien le había puesto un nombre. Lo que viene a ser caminar y correr. Cuando me canso de correr, me pongo a caminar y vuelta a empezar. Por lo visto los que paramos para recuperar el aliento sin hacer kilómetros corriendo del tirón, estamos en esa categoría.

¿Sabe cocinar? Sí, y me encanta. Hasta me atrevo a cocinar recetas búlgaras para la alegría de mi marido que es de ese país. Aunque mi plato fuerte es el arroz meloso con rovellons y pollo. Una fantasía para el paladar.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? ¡Qué difícil elegir! Aunque a día de hoy escribiría sobre Pere Gil i Estalella. Un jesuita y calificador de la Santa Inquisición, que hizo uso de su cargo para defender a las mujeres que acusaban de brujería en el siglo XVII. Su historia me impactó cuando me documentaba para mi novela, y su coraje para enfrentarse a otros religiosos y defender su postura, también. Otro tema es que a esa revista le interesase la vida de este buen señor.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Comprensión. Si conseguimos aceptar al otro, comprenderlo, sin querer cambiarlo, el mundo será un lugar mejor.

¿Y la más peligrosa? Razón. Todo el mundo quiere tenerla. Nadie está dispuesto a perderla y ha arrastrado a la humanidad a una infinidad de desgracias.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Solo en la ficción. Por fortuna nunca me he encontrado en una situación tan extrema como las que le provoco yo a mis personajes. En la vida real con alejar a las personas tóxicas de mi vida tengo suficiente. Cuando eso sucede, siempre me acuerdo del refrán: “tanta paz lleves como gloria dejas” y sería en sumun de mi venganza.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy de izquierdas, aunque no tengo una afinidad especial por un partido específico. En las ultimas tres elecciones, nunca he votado al mismo, pero siempre he votado a la izquierda.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No quiero ser otra cosa. Aunque estaría bien mejorar mi propia versión, con más seguridad en mí misma, más facilidad para dejarme llevar y sin síndrome de impostora. Y en el caso hipotético de que exista eso de la reencarnación, vivir la vida de mi perro no me parece mala idea.

¿Cuáles son sus vicios principales? Las películas románticas de navidad, esas super predecibles donde siempre está nevado y un milagro de Papá Noel lo arregla todo al final. La Nutella con pan que desayuno los domingos, pero que me comería todos los días y a todas horas. Y comprar nuevos libros, aunque tenga una pila de pendientes en la estantería de casa.

¿Y sus virtudes? Mi sentido del humor y mi empatía. Intento relativizar todo lo que puedo el malestar ajeno soltando chascarrillos hasta en situaciones difíciles. Si logro arrancarle una sonrisa a alguien que está triste me siento feliz. El único inconveniente es que al ser tan empática sufro mucho si, más allá de hacer reír a esa persona, no logro darle una solución real a su problema.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Un amanecer en la montaña buscando setas con mi padre. Mi madre y yo bailando en el salón de casa. Las payasadas nocturnas de mi hermana mayor para dormirnos a mi otra hermana y a mí cuando éramos pequeñas. Las risas con mi familia hasta que nos duele la barriga. Los abrazos de mis hijos. El primer beso de mi marido en nuestra primera cita. Y como soy tan controladora y planificadora, aprovecharía esos últimos instantes de vida para ordenar cada una de las imágenes y reproducirlas en orden de mayor a menor intensidad emocional, no vaya a ser que fluyan desordenadas y además de ahogarme me dé un infarto.

T. M.