sábado, 23 de agosto de 2025

Entrevista capotiana a Ariadna Tuxell

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ariadna Tuxell.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Un refugio junto al mar. Que huela a sal, a libertad y a libros abiertos por la mitad. No pido mucho: paz, vistas infinitas y wifi decente.

¿Prefiere los animales a la gente? Depende del día. Hay humanos adorables y existen humanoides que ojalá vivieran en otra galaxia diferente a la mía... Los animales no mienten ni juzgan y su lealtad no suele tener límites ni limitaciones. Además, no te mandan audios de tres minutos para no decir nada…

¿Es usted cruel? Solo con mis personajes. Aunque si me traicionas o me subestimas, puede que descubras una faceta mía que no te guste. Eso sí, con buena prosa.

¿Tiene muchos amigos? Los suficientes para no sentirme sola y los pocos como para saber que son de verdad.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Lealtad, sentido del humor y cero dramas gratuitos. Que me digan la verdad, aunque duela, y que se rían hasta de su sombra, tal y como yo hago. Para mí la risa con mis amistades es primordial y un requisito a tener en cuenta.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Alguna que otra vez... Pero también yo los habré decepcionado en más de una ocasión... Las relaciones profundas no son inmunes a las grietas, pero lo bonito es ver quién se queda a repararlas.

¿Es usted una persona sincera? Sí. A veces, demasiado. Pero prefiero incomodar un poco a vivir en un teatrillo de sonrisas falsas.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escribiendo cosas que me ayudan a destilar medicina, es decir, a sanar. Meditar. Canalizar. Leer cosas que me remuevan por dentro y… entrenar la puntería con una pistola en la mano. ¡Mi equilibrio perfecto!

¿Qué le da más miedo? El olvido. La indiferencia. Que le suceda algo malo a mi gente. Que llegue un día en que no me queden historias que contar ni piel que erizar.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La hipocresía. La falsa moral. El postureo emocional. Las personas que hablan de libertad, pero censuran con los ojos. Aquellos a los que se les llena la boca dando lecciones a los demás y luego ellos hacen todo lo contrario. ¡Consejos vendo y pa’mí no tengo!

Si no hubiera decidido ser escritora, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Lo que ya hago: ser policía. Y si me quitas eso también, habría acabado creando algo mío, seguro. No sirvo para lo convencional ni para recibir órdenes sin preguntar el por qué.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí. Entrenamiento policial, natación, algo de cardio. Cuerpo fuerte, mente afilada. Me gusta sentir que podría perseguir a alguien… e incluso a mis propios demonios.

¿Sabe cocinar? Sí. Y con bastante arte. Sé hacer recetas que hacía mi abuela y que mi madre no aprendió a hacerlas. Me gusta comer bien, así que toca comprar buenos alimentos y cocinarlos con muchísimo amor, esmero y dedicación.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A una mujer que se haya levantado cien veces tras haber tropezado y caído, y seguramente esté rota, herida y reconstruida. Hay muchas, y casi ninguna sale en las portadas.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? «Todavía». Porque implica que algo puede pasar, cambiar o salvarse.

¿Y la más peligrosa? «Siempre». Porque promete lo que nadie puede cumplir.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Solo en la ficción. Ahí puedo hacerlo con estilo, con motivo… y sin consecuencias legales.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? No encajo en etiquetas. Defiendo la justicia real, no la de pancarta. Me preocupa más la coherencia de una persona que la ideología que dice tener.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Espía. O una actriz de un thriller psicológico. O una domadora de palabras en un circo literario. Cualquier cosa con adrenalina y verdad.

¿Cuáles son sus vicios principales? Los libros que me hacen doler el pecho. Las historias intensas. Y escribir escenas que nadie se atreve a escribir.

¿Y sus virtudes? Constancia. Pasión. Y una fe inquebrantable en que lo auténtico, aunque duela, vale más que lo perfecto.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mi familia, en especial mi hija Ariadna. El bonito rincón del cementerio donde permanecen los restos de mi hijo Biel. Mi primer manuscrito impreso. La vez que dije «sí» sin saber a dónde me llevaba. El mar. Una mirada. Un abrazo. Y una última frase por escribir.

T. M.