En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Fermín Bocos.
Si tuviera que
vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La isla griega de Egina.
¿Prefiere los animales a la gente? No.
¿Es usted cruel? No.
¿Tiene muchos amigos? Sí.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Lealtad, paciencia…
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Alguno, sí.
¿Es usted una persona sincera? Lo intento.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Viajando.
¿Qué le da más miedo? La estupidez.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que
le escandalice? El
sectarismo político.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una
vida creativa, ¿qué habría hecho? Marino.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? En tiempos, karate, más tarde, tai chi,
¿Sabe cocinar? Me apaño.
Si el
Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje
inolvidable», ¿a quién elegiría? Ulises, el Odiseo de Homero.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Todavía.
¿Y la más peligrosa? Nacionalismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Vivir y dejar vivir.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Marino.
Cuáles son sus vicios principales? No dan para tanto.
¿Y sus
virtudes? La lealtad,
respeto a la palabra dada.
Imagine
que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían
por la cabeza? Seguiría
nadando.
T. M.