En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Diego Sánchez Aguilar.
Si tuviera que vivir en un
solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? The Factory de Andy Warhol
en 1967.
¿Prefiere los animales a la gente? No, soy más novelista que
fabulista. Necesito la mentira, la vergüenza, la traición. No se puede escribir solo con amor y
fidelidad incondicional.
¿Es usted cruel? Solo con mis personajes, que
es una forma de ser cruel con mis debilidades y defectos. Para la vida real
prefiero la comprensión.
¿Tiene muchos amigos? Sí. Pero me falta uno.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Solo una: que sean mis
amigos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Bastante me decepciono
yo a mí mismo y a los demás como para añadir más decepción al mundo.
¿Es usted una persona sincera? Solo cuando escribo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Nadando.
¿Qué le da más miedo? La soberbia y la estupidez
unidas al poder.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? El saqueo de fondos públicos de la enseñanza
“concertada”.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Ser profesor.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Juego al tenis, lo más
parecido que hay a la escritura: es un ejercicio en busca de la perfección, y
un monólogo continuado con(tra) uno mismo.
¿Sabe cocinar? Mi
tortilla de patatas y mi Pad Thai son legendarios.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A David Foster Wallace.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Revolución.
¿Y la más peligrosa? Revolución.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, pero tengo mala memoria,
que es la forma perezosa del perdón.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Las contrarias de aquellos que piensan que la vida es una competición y que
los demás son tus rivales.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Músico.
¿Cuáles son sus vicios principales? La vergüenza, el
autodesprecio, el ensimismamiento.
¿Y sus virtudes? La capacidad de convertir la
cafeína en literatura.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Seguramente, me vendría a la
cabeza la solución a algún problema narrativo de la novela que estuviera
escribiendo, y lamentaría no tener tiempo para aplicarla.
T. M.